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-¿Escoger?- pregunto el de altura menor.

-El tulipán rojo es para declarar amor. En cambio, el Narciso amarillo es para no corresponderlo. Ahora tu debes escoger cuál quieres.- explicó.

Max simplemente se quedó con la boca abierta y los ojos iluminados ¿Era un sueño? se preguntaba seguidamente.

Se ruborizó al ver ambas flores en cada mano, la izquierda tenía la roja, la derecha tenía la amarilla. Simplemente tenía que escoger cuál quería.

Mientras tanto un pequeño se había colado al lado de la puerta abriendola solo un poco para ver lo que ocurría afuera.

Tenía la boca bien abierta al igual que Max y casi suelta un grito de emoción que los mayores podrían escuchar, pero se contuvo.

Max seguía pensandolo, Dylan y Peyton comenzaban a desesperarse por saber la respuesta del afortunado.

Max intentó hablar sacando ningún sonido, era como si las palabras se le atoraran en la garganta de la impresión.

Después de menos de diez segundos la flor amarilla se estampó contra el suelo después de ser soltada. Había dejado caer la flor, para que sus pétalos se desprendieran y murieran. Y la flor que había escogido estaba en su mano.

Ambos chicos se miraron. Max tenía una sonrisa que transmitía comprensión y la cara de asombro de Peyton se convirtió en una sonrisa enorme de felicidad.

Peyton abrazó emocionado a Max quien ya había tirado la flor roja sin haberse dado cuenta. Lo alzó tan fácilmente. Le dio un par de vueltas en el aire y lo soltó con delicadeza en el piso donde lo pudo besar.

Lo acercó a su cuerpo sosteniéndolo de la cintura, mientras Max tenía sus brazos alrededor de su cuello.

Ambos pudieron jurar en ese momento que sintieron mariposas en sus estómagos y como adolescentes enamorados sus mejillas se pintaron de un color rosado.

-Papi...- los interrumpió una vocecita que apenas y se escuchaba.

Ambos chicos voltearon viendo como Dylan estaba parado en frente de la puerta con la flor roja entre las manos y su chupete entre sus labios rojos.

Rápidamente lo cargaron y él sin soltar la rosa entre sus manitas lo alzaron y entre los dos lo abrazaron.

Ahora el pequeño tenía otro papi, y Max una pareja a la que realmente había querido como algo más que un amigo desde años de pensarlo y eternidades de creer que estaba enfermo por sus mejillas rojas al pensar en él y la falsa fiebre que le daba cada noche que hablaba con Peyton.

Todo acabó con un final feliz ese día para Peyton al ver cómo el chico más pequeño sonreía como si fuera navidad y el otro sonreía como si miles de estrellas bajarán solo para cumplirle un deseo.

Esa misma noche después de cenar lo que había sobrado de la comida. Peyton arropó al niño que incluso dormido se imaginaba jugando por horas, Peyton notó que al bebito le encantaban las películas de las princesas y príncipes que llegan a salvarle el día a una dama, o a las señoritas que les gusta ser libres y vivir como ellas quieran, sin ataduras. Lo conoció un poquito mejor.

Esa misma tarde se dio cuenta de como Max veía al menor con ojos brillantes y una sonrisa que no se podía borrar con nada. Y también, se dio cuenta de que veía a Max como si fuera la única persona que existiera, como si no hubiera nadie más especial y genial que él.

Y al terminar de dormir al bebé, ambos se durmieron en la habitación de Max sintiendo que sería la última vez que se verían aunque solo fuera el principio, se abrazaron quedando profundamente dormidos.

Una oportunidad másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora