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Salió de la habitación para dirigirse a la cocina y preparar el desayuno. Minutos después llegó Dylan con un cambio de ropa nuevo, el cabello seco y esponjado. Se veía con un leve sonrojo y su mirada no la levantaba por nada del mundo.

—puedes sentarte, tu leche ya está lista y para comer te preparé hotcakes.

—¿P-podrias darmela como en la noche?— pregunto con un tono tímido y un sonrojo que aumento notablemente en sus regordetes cachetes.

—Claro, como tú quieras, pequeño— se acercó a la mesa tomando el biberón y encontrándose con Dylan enfrente de él. Lo cargo sorprendiendolo. Lo llevo hasta el sillón y lo acomodo como en la noche, llevo el biberón hasta su boca y Dylan solo empezó a succionar.

Pasaron algunos minutos y Dylan quería cerrar los ojos de nuevo, ya casi se acababa la leche y después de eso iría a desayunar.

—No te duermas, bebito— dije observando la reacción de Dylan al apodo, a decir verdad, él también estaba nervioso por su reacción, desde el primer apodo que mencionó.

Dylan no escucho lo dicho por Max pues ya se estaba quedando completamente dormido y le era difícil poner atención a lo que pasaba al rededor, para Dylan era agradable tomar de un biberón y que lo tratarán tan bien, no había conocido a una persona tan cariñosa antes.

—Hey, bebé, no te duermas, no es hora de dormir.— quitó el biberón ya vacío de la boca de Dylan. Se despertó inmediatamente al ser interrumpido de sus pensamientos y de su agradable momento.— ya lo terminaste, ya iremos a desayunar— se levantó cargandolo aún.

—puedo caminar— susurro.

—¿Quieres que deje de cargarte?— un silencio se formo por un momento, Max espero un poco más una respuesta, ya estaba a punto de bajar a Dylan hasta que el pequeño hablo.

—No...— respondió.

Una sonrisa se formo en la cara de Max, y le hizo un cariñito al chico que traía cargado en el cabello.

—bueno, vamos a comer algo— ambos se sentaron a desayunar por al menos media hora.

—¿Qué harás hoy?— preguntó Max al levantarse y quitar los platos de la mesa.

—no lo sé, no tengo nada que hacer— contestó.

—¿Y tus amigos?

—No tengo, los asusto cuando me da un ataque de ansiedad o me pongo a temblar o tartamudear. Soy raro.— dijo desanimado.

—No lo eres, solo eres diferente a las demás personas, además, es aburrido ser como todos los demás, ¿No lo crees? Fiestas, drogas, sexo y parejas, es lo mismo todos los días, eso se vuelve aburrido con el paso de los días.

—si...tienes razón, pero, es raro que tome de un biberón y use pañales y chupete, eso sí es raro.

—como dije antes, no es raro, eres diferente, eres...especial...

—¿Eso no te molesta?

—¿Qué cosa? ¿Que seas diferente?

—no...cuidarme

—¿Te digo un secreto y no se lo dices a nadie? — Dylan asintió. Max se acercó a su oído y susurro.— pues, a mí me encanta cuidarte, pequeño.

— ¿En serio? ¿No mientes?

—jamas te mentiría.

— pero, solo llevas unos días aquí conmigo, ¿Por qué me tratas así?

—porqué pienso que necesitas a alguien que te escuché y te trate con cariño.

—tal vez...lo necesite.

—Claro que lo necesitas, a mí me necesitas.— se acercó levantandolo de su silla y cargandolo hasta llevarlo al sillón de nuevo.

—¿Qué haces?

—quiero cuidar a mi bebito, ¿Qué dices? ¿Quieres ser el mío?— el corazón de Max iba a explotar, se sentía nervioso e imbécil por preguntar eso con tan solo algunos días de haberlo conocido.

Los ojos de Dylan se iluminaron, su expresión se formo en una de asombro y segundos después a una de felicidad.

—¡Si!— se abrazo a Max y él también acepto el abrazo devolviendoselo— y tú...¿Quieres ser mi papi?— pregunto tímido, y al igual que Max, su corazón se empezó a acelerar y sus manos empezaron a sudar de los nervios por la espera de la respuesta.

—¡Por supuesto!— contestó.

Una oportunidad másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora