Capítulo 2

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Makia se quedó inmóvil en su sitio. El hombre al que buscaba estaba muerto y ahora jamás encontraría a su padre. ¿Por qué rayos le pasaba esto a ella?

Unos fuertes gritos la sacaron de sus pensamientos:

-¡Fuera de aquí!-exclamó una chiquilla de cabellos lacios y pelirrojos. En efecto, era Delina la que pronunció esas palabras.

-Ya has oído al jefe.

-¡Venga, fuera!-un hombre de grandes proporciones la apuntó con un hacha. Makia se iba alejando poco a poco a la vez que toda la gente la apuntaba con sus respectivas armas, incluso los dragones empezaron a gruñir más fuerte y a agitar sus alas provocando una corriente de aire.

Sin más, tuvo que volver a su bote. Desató la cuerda del palo vertical de la proa que unía el bote a un montículo de arena húmeda y, con ayuda de dos remos, empezó a alejarse de aquella isla que había matado de una sola estocada sus esperanzas de búsqueda. Había estado siete años navegando por los mares y preguntando en cada lugar acerca del nombre clave de su travesía y, cuando por fin encontraba una pista valiosa, le habían dicho que la pista estaba muerta. Las saladas lágrimas corrían por sus mejillas, que rápidamente se limpió deshaciéndose un poco de la suciedad de su rostro.

▪︎ ▪︎ ▪︎

-¡Astrid!

El joven jefe también tenía una búsqueda entre manos. Sin embargo, esta no duraría más de diez minutos.

-Vamos, Astrid. Las cosas no se hacen así. Sal de donde quiera que estés, no debemos alejarnos tanto de la aldea-iba diciendo Hipo mientras caminaba por el bosque dejando que los rayos del sol realzaran su figura.

-Ahora nunca me haces caso, Hipo. ¿Y si está compinchada con algún enemigo de la isla? ¿Has pensado en eso acaso?

-Las probabilidades de que eso sea cierto son muy pocas-replicó-. Oh, vamos, ¿dónde estás?-preguntó el chico con cierta insistencia, buscando a la rubia con la mirada entre los árboles.

-Aquí arriba-dijo una voz encima de su cabeza. Levantó la mirada y allí estaba ella, sentada en una de las ramas más gruesas de la copa de un árbol, mirando a Hipo con una ceja levantada.

-Baja de ahí, anda-le pidió Hipo.

-Bajaré si la próxima vez decides confiar en mí, que soy tu esposa, en vez de confiar de buenas a primeras en una tipa... una gata como esa.

En ese momento, el joven se tornó serio. Aquel término no le había gustado para nada al jefe.

-¿Gata? Se llama Makia.

-Bueno, Makia o como se llame, me da igual. Cuando la vi, lo primero que se me vino a la mente fue un gato de esos sucios. Un buen término para referirse a una impostora, sí.

Hubo un silencio de unos cinco segundos. Hipo desconocía a Astrid... Desde luego, la rubia aseguraba por completo la falsedad de Makia, ¿tendría razón?

-Pero, ¿qué mosca te ha picado, Astrid? Está asustada... Solo quiere encontrar a su padre. Al recibir esa noticia cualquiera se desesperaría, no creo que sea tan difícil de entender-afirmó gesticulando-. Creo que estás siendo un poco injusta, la verdad. Ni siquiera le has dado una oportunidad...

-Lo único que quiero es protegerte, Hipo. ¿Y si...?-La rubia empezó a bajar entre las ramas hasta tocar el suelo.

-No. No estaba mintiendo, Astrid. Se le veía en la cara que realmente tenía una misión, era inocente de verdad o al menos lo parecía-Hipo desvió la mirada-. No debí venir a buscarte, la gente del pueblo se estará preguntando en dónde estoy así que será mejor que me vaya.- Con eso, Hipo le dio la espalda a su esposa, dispuesto a irse, pero no lo hizo ya que sintió una mano sobre su hombrera de cuero.

Elige Tu Propio Destino © (HTTYD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora