Capítulo 28

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Los ojos de Makia miraron a Ingrid, casi de rodillas ante las tres personas y el dragón. Antes se veía nerviosa, llena de pavor, mas en ese instante, la señora estaba destrozada por dentro, llorando a moco tendido sin importar la humillante imagen que estaba dando frente al jefe de Isla Mema, frente a Valka y frente a su hija.

-¿Qué? Mamá, ¿de qué estás hablando...?-preguntó la joven, con el ceño fruncido; no con actitud demandante y antipática, sino con preocupación. ¿A qué se refería con que lo sentía? Porque si se trataba de la isla... el daño ya estaba hecho.

-Mamá...-Briët se agachó para rodearla con un brazo. No recordaba la última vez que la vio llorar-. ¿Estás bien? ¿Qué ocurre?

Hipo y Valka se miraban el uno al otro. Para Hipo, ver a aquella mujer de rodillas en el suelo, llorando, pidiendo el perdón de Makia, se le hacía una de las vistas más satisfactorias que podría haber presenciado en aquella semana. No obstante, no entendía por qué Ingrid estaba así, tan extraña, evitando constantemente la ansiada respuesta que el castaño deseaba saber a la pregunta que había formulado. Valka simplemente no sabía qué pensar, su paciencia estaba empezando a agotarse, al igual que la luz del día.

-Mamá, en serio... ¿De qué hablas?-Makia volvió a plantear la misma cuestión, esta vez soltando la mano de Hipo y cruzándose de brazos-. Dímelo.

Ingrid se limpió las lágrimas y se puso de pie, con Briët poniéndose también delante de ella, con lo cual ahora eran cuatro las personas que se encontraban en la puerta. Con el sol ya oculto en el horizonte, pero con el cielo aún claro, sin la llegada completa de la noche, la líder respiró hondo, un poco más calmada aunque no tanto como para abandonar la expresión de llanto que tenía en el rostro.

-Hija, yo no... yo no quería hacerlo...-dijo Ingrid, intentando no sollozar. También intentaba ganar algo de tiempo-... pero no tuve elección.

Makia no supo cómo reaccionar, desconocía a qué se estaba refiriendo su madre con todo aquello. Hipo, al igual que ella, no podía más con la incertidumbre, no tenía ni las ganas ni la paciencia suficiente para lidiar con aquella mujer que lo único que había traído a la isla había sido caos y destrucción. Notaba la expresión de Makia, perdida en las palabras de su repugnante madre. Sabía que la chica no la presionaría de mala manera para hablar, con lo cual sería él el que no dejaría que Ingrid se andara por las ramas mucho tiempo, pues debía obtener de una forma u otra el motivo de por qué conocía el nombre de Valka.

-Escucha, más te vale explicarte rápido porque se me está agotando la paciencia-advirtió Hipo en voz alta. Ingrid lo miró, suplicando comprensión, a lo que el castaño respondió sacando su espada de fuego, apuntándola con esta-. ¡Vamos, habla!

-No hagas esto más difícil, por favor-imploró Makia, con las palmas de sus manos unidas. Su hermano se asustó un poco al ver la espada candente que iluminaba el lugar, ahora que la luz del día casi se había ido.

La señora estaba lista, pero no sabía por dónde empezar a contarlo todo.

-Está bien...-contestó Ingrid, aún con los ojos llorosos. Hipo bajó la espada, Valka se cruzó de brazos y Briët se alejó más de su madre-. Creo... que todos merecéis una explicación acerca de todo esto.

La madre de Hipo se acercó un poco más a donde Makia e Ingrid estaban, decidida a escuchar lo que tenía que decir la líder en el Gran Salón de Isla Mema.

-Te escuchamos-dijo Valka, asintiendo con la cabeza, mirando otra vez a los ojos azules de Ingrid y volviendo a recordar la imagen de ella siendo joven.

-...Empezaré desde el principio, así entenderéis mejor lo que os voy a contar. Tened... tened la mente abierta.-Ingrid tomó una bocanada de aire para seguir hablando. En realidad, la parte de la historia que iba a contar estaba dirigida al resto de los allí presentes, en vez de ir para Makia, pues ella ya conocía esos detalles-. Hace mucho tiempo, cuando tenía sólo veinte años, era la hija única de Bálder el Estrujahombres y Nerta Ander, el primero siendo el líder de Garnes en aquel entonces. Me enamoré de un chico llamado Ivar Haugen, el muchacho que se convertiría en el padrastro de Makia y padre de Briët.

La muchacha castaña sonreía disimuladamente cuando escuchó el nombre de su padrastro, Ivar. A pesar de no ser su padre biológico, el hombre la quiso muchísimo, como si fuera suya de verdad. En seguida pudo rememorar una escena de los tres en Garnes, en su humilde casa, una noche invernal en la que Ivar le enseñaba sencillos trucos de magia para que se entretuviera mientras que su madre preparaba la cena, sonriendo ante la tierna estampa de su marido y su hija.

Por otro lado, Hipo, Valka y Briët escuchaban con atención a Ingrid. En realidad, Makia nunca le había hablado a Hipo de su padrastro y era la primera vez que conocía la existencia de este. Seguramente fue una excelente figura paterna para la chica a la que tanto apreciaba. En cuanto a Briët, no llegó a tener recuerdos de su padre debido a lo que le ocurrió, una historia que su madre en breve contaría.

-Él provenía de Cumbrilá, un pueblo situado al este de Garnes, en otro terreno ajeno a nuestro archipiélago-prosiguió la líder. Hubo una pausa corta pero notoria antes de seguir con la anécdota, Ingrid estaba a punto de revelar algo que nadie había sabido hasta la fecha así que se preparó bien para explicar lo que iría a decir, para que los demás la entendieran bien, especialmente Makia-. Cumbrilá, por lo que me contó Ivar, era un pueblo en donde se practicaba brujería. Yo tampoco creía en la magia hasta que mi marido consiguió convencer al abuelo de Makia, que era bastante testarudo, de quedarse en Garnes y, tras cinco meses de noviazgo, casarse conmigo a base de conjuros mentales. Yo fui la única que se dio cuenta, él ya me había contado lo que sabía hacer.

Ingrid suspiró profundamente, sonriendo también un poco y observando de forma retrospectiva la pared. Recordó a Ivar, con el pelo largo y rubio, y con la barba bastante poblada para tener la misma edad que Ingrid cuando se conocieron. Realmente, la mujer llegó a amar con su alma a aquel joven, y este a ella. A pesar de lo que él era capaz de hacer, de sus habilidades para jugar con la mente de los demás, el amor de ambos era una de las pocas cosas reales que había dentro del corazón de Ivar.

-Sigue, por favor-dijo Hipo, sacando a Ingrid de su viaje en el tiempo. La mujer cerró los ojos y sacudió su cabeza, volviendo al tema del que tenía que seguir hablando.

Elige Tu Propio Destino © (HTTYD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora