Capítulo 4

480 27 3
                                    

Los primeros rayos del sol aparecían por el horizonte del gran océano.

Makia abría los ojos los cuales estaban hinchados y rojizos por haber llorado el día anterior. Se levantó y enseguida notó que su espacio se movía. La barca en la que estaba temblaba un poco. Había pasado la noche allí, a la intemperie.

El bote empezaba a temblar más y más. Unas oscuras nubes ocultaron por completo el sol, con lo cual la chica levantó la vista y vio un destello luminoso detrás de dichas nubes seguido del potente ruido de un trueno. El cielo se tornó gris. Makia tomó los remos y se puso a navegar hacia la isla que tenía más cerca: Isla Mema. Pero entonces recordó lo mal que la trataron allí, en la isla de los dragones pacíficos en la cual el jefe no pudo ayudarla y su esposa, la rubia de ojos azules, desconfió de ella a primera vista. Allí donde su gente la amenazaba con armas, allí donde la jovencita de cabellos lacios y pelirrojos insistía en su partida.

▪︎ ▪︎ ▪︎

Hacía un par de minutos que Hipo ya se había levantado de la cama. Miraba a su mujer con ternura. Estaba claro que de vez en cuando le hacía rabiar pero, a pesar de todo, la amaba con locura.

Sin embargo, la dureza de Astrid con la tal Makia lo había soprendido para mal. Sabía que era absurdo preocuparse por una pobre chiquilla a la que acababa de conocer y que, de hecho, ya no volvería a ver pero, simplemente, no pudo evitar molestarse. Le daba mucha lástima, tal vez porque de algún modo u otro le recordaba un poco a él cuando era más joven.

Ella tenía algo en su mirada. "Una mirada llena de tristeza pero a la vez llena de alegría" como él había pensado desde que la echó de la isla.

Sacudió la cabeza y salió de la habitación. Aún quedaba una hora para ponerse a trabajar así que fue al establo de los dragones y, cuando Desdentao lo vio acercarse, el dragón se abalanzó sobre él llenándole la cara de lengüetazos.

-¿Me has echado de menos, campeón?-dijo entre risas el hombre.

El Furia Nocturna gruñía de alegría.

-Vamos a salir a volar un rato aunque el día haya empezado mal. ¿Te parece bien?

Desdentao gruñía aún más feliz. El pobre deseaba más que nada que volviesen a volar y le daba igual que el día estuviese grisáceo. Todo por volar nuevamente con Hipo.

-Bien, campeón. Voy a coger la silla de montar y a revisar tu prótesis. En seguida vuelvo.-Le dio unas palmaditas en el hocico.

Entró en un establo y allí, colgando de un gancho metalizado, encontró la silla de montar. La cogió y volvió con el dragón. Acomodó la silla al lomo de Desdentao y, poco después, echó un vistazo a la prótesis de la cola. Ningún desperfecto.

-Muy bien, Desdentao. Empecemos.-Se subió encima y el dragón emprendió el vuelo cuando la prótesis de Hipo se activó con el mecanismo.

Volaban libremente, ambos conectados. Había empezado a llover pero daba igual. Hipo lo echaba de menos. Sobrevolaron el océano a toda prisa; los tambortrueno volvían a hacer su aparición acompañándolos a ambos en su trayecto. No se podían sentir más felices.

▪︎ ▪︎ ▪︎

Llegó un punto en el que la barca volcó arrojando a Makia a las frías aguas del mar. Luchó por mantenerse en la superficie, pero el agua la zarandeaba muy fuerte.

Hipo divisó a lo lejos una barca y a alguien a punto de ahogarse. Los tambortrueno provocaban que el agua se moviese con más fuerza. No lo dudó un instante y trató de alcanzar a ese alguien.

Elige Tu Propio Destino © (HTTYD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora