Capítulo 24

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Los ojos de Hipo la miraban incrédulos al escuchar su presentación. Se suponía que debía de encontrar algún parecido con su hija, pero no encontraba ninguno, ni el más mínimo. Observaba a madre e hija respectivamente para asegurarse de que estaba en lo cierto.

Claro que lo estaba.

Las cejas de la mujer eran cortas y casi rectas, mientras que las de Makia eran arqueadas y largas. Ni siquiera la forma de la cara era la misma. La castaña tenía el rostro ovalado, la tal Ingrid lo tenía triangular. Las facciones no eran las mismas: la nariz de la más joven era recta y algo gruesa, la otra era aguileña y delgada.
Miró por unos segundos a Briët y tampoco encontró parecido alguno con su hermana. Sin embargo, este se parecía mucho a su madre. Makia debió haber salido muy parecida a su padre, entonces, porque con aquella señora no compartía ningún rasgo.

-Deme una buena razón para no matarla aquí mismo, Ingrid Haugen-le espetó el jefe apuntándola con más decisión. La mujer mayor seguía sujetando a Makia con fuerza, claramente desobedeciendo la orden de Hipo. Esto no le gustó para nada y, por lo que se veía, a Gustav tampoco le hizo mucha gracia.

-Bueno, le superamos en número y armamento. Si me mata, usted y su gente tendrán el mismo destino. Así que...-La mujer soltó lentamente a la castaña, haciendo que ella se acariciara el brazo vendado-... si fuera usted, estaría quietecito.

Los soldados se rieron ante el comentario de su líder, mientras que los dragones se veían amenazados y la gente de la tribu estaba asustada ante la presencia de aquella gente extraña. Isla Mema era una isla de vikingos, una isla de dragones y guerreros valientes, pero aquel ejército extranjero y esa mujer de aspecto severo eran de otro mundo; un mundo más hostil. Cabe destacar que Ingrid era un poco más alta que Hipo, algo que hacía difícil poder intimidarla.

-Déjame hablar con ella, Hipo.-Makia se interpuso entre ambos, lo que hizo que el castaño apartase el arma. La joven no quería que se derramara más sangre. Debía tratar de llegar a una conclusión lógica para todo esto, aunque el diálogo nunca había servido de mucho con su madre...

-¿Te has vuelto loca? ¡Ha intentado llevarte por la fuerza!-exclamó Hipo mirando a la chica con perplejura-. La aldea está reducida a cenizas por culpa de ella y su ejército...

-¡Traidora!-exclamó alguien de la tribu, dirigiéndose a Makia, fuera de la barrera que habían formado los soldados de bronce. Era ni más ni menos que Patán, con la parte inferior del brazo, la muñeca cubierta por un vendaje improvisado lleno de sangre. Había perdido la mano.

-¡Ella avisó a su gente para invadir Mema!-gritó otra persona. En seguida se empezó a formar un murmullo constante, culpando a la joven de todo lo que había pasado.

-¡Eso es mentira!-replicó Makia-. ¡Ni siquiera sabía que mi familia aún estaba viva!

Makia estaba en lo cierto. A pesar de pensar en su madre y su hermano cada día e imaginarse una y otra vez el momento de volver a verlos, tampoco tenía la certeza de que ellos siguieran viviendo. No obstante, el notable liderazgo que ejercía su madre la había pillado por sorpresa, más aún sabiendo que Garnes sólo había sido liderado por hombres a lo largo de los años. Bálder, su abuelo, había sido el último jefe garniense en el tiempo que Makia vivió allí. Suponía que aquella elección de Ingrid como sucesora en el cargo de jefe había sido obra de su abuela, Nerta, la mujer detrás del gran jefe que era Bálder. A ella le emocionaba la idea de que los hombres y las mujeres hicieran el mismo trabajo, en igualdad de condiciones. Si su abuelo, seguramente en su lecho de muerte, había nombrado a Ingrid, su única hija, líder de su tierra, sin duda habría sido en honor a Nerta. Entonces, ¿esto significaba que, a pesar de no haber cambiado de opinión con el tema de los dragones, Garnes había considerado la figura de la mujer tan importante como la del hombre?

Por otra parte, algunos de los soldados empezaron a conversar acerca de la hija de la jefa, mirándola como si nunca la hubieran visto en sus vidas. En realidad, ellos solo recordaban a una niña pequeña de ojos verdes, sentada siempre a orillas de la playa buscando caracolas. También recordaban a una preadolescente un tanto distraída, pero responsable con su hermanito. Y ahora, con Makia ya con casi unos veintidós años, no era muy difícil empezar a imaginársela como la futura sucesora de Ingrid.

La futura líder de Garnes.

-Sigrid, tú y los soldados podéis retiraros. Sé tratar muy bien con estos jinetes de dragones-le susurró Ingrid a un hombre alto y rubio que estaba a su lado, aprovechando la discusión-. Esperadme en el barco, no tardaré mucho.

Este asintió e hizo señas a los soldados. Sigrid era la mano derecha de Ingrid desde que el marido de esta murió, hace trece años. La armada se dispersaba con movimientos totalmente sincronizados como si sólo uno fuese real y los demás copias del mismo. Ingrid se quedó sólo acompañada de Briët, al parecer podía llevar la situación ella sola. El resto de los aldeanos que quedaban vivos comenzó a resurgir de entre los escombros, esta vez uniéndose a la discusión que se sumía alrededor de la figura de la castaña. Unos protestaban, otros la defendían. Valka, Kaysa y Astrid se asomaron también a verlo todo. Kaysa estaba algo moreteada debido a su poca destreza en la lucha, pero al menos seguía viva. Valka ayudaba a Astrid a caminar, al mismo tiempo que la rubia escuchaba con atención lo que pasaba.

-¡Silencio!-gritó Hipo, tanjante, haciendo que todos se callasen-. Antes de precipitarnos a afirmar cualquier cosa, quiero mantener una conversación civilizada con Ingrid Haugen. Hipo Horrendo Abadejo III no estará dispuesto recurrir a la violencia como lo ha hecho la señora aquí presente.

Unos minutos atrás habría preferido condenar a muerte a Ingrid por su intento de borrar Isla Mema del mapa y habría enfrentado a los soldados hasta su último aliento. Sin embargo, lo pensó mejor. Él no actuaba así, cegado por la rabia. Algunos tacharían a Hipo de blando, pero él prefería el diálogo a la violencia, y no era para menos. Pensaba en Makia y en Briët, en cómo verían a su madre morir si él se decantaba por degollar allí mismo a la mujer de cabello canoso. Y no sólo ellos; todos los allí presentes. Tampoco aceptaba una posible traición por parte de Makia, alejaba ese pensamiento una y otra vez. Conocía bien a la muchacha, al menos la conocía lo suficiente para saber cómo era ella de verdad y sabía que no era una traidora.

-Adelante, Hipo Horrendo Abadejo III-dijo la mujer, haciendo un movimiento con la mano-. Estoy dispuesta a dialogar.

Makia la miró sorprendida. Ingrid era la clase de persona que era incapaz de mantener una conversación "civilizada" con otra, ella era así.

-Madre-intervino Briët, con el objetivo de impedir dicho diálogo. El preadolescente no quería que le pasara nada a su madre, no se fiaba de aquel joven jefe. No se fiaba de nadie de los allí presentes, ni siquiera de su hermana Makia, que parecía haberse puesto de parte de sus enemigos. Sin embargo, podía sentir el añejo cariño que tenía hacia ella, y en lo más profundo de su corazón quería que Makia volviera a casa.

-Quédate con tu hermana, Briët.-Ingrid le dio un beso en la frente y lo condujo al lado de Makia, con ella observándole con una leve sonrisa. El rubio no dijo nada más, no veía útil insistirle a su madre. Para tener catorce años, Briët seguía pareciendo un niño.

-Prefiero mantener esta conversación en privado, si no le importa-declaró Ingrid.

-Está bien.

Así, ambos líderes se fueron al Gran Salón, al sitio de trabajo de Hipo, para hablar. Makia y Briët se habían quedado solos, sentados en un banco cercano a ellos. La destrucción de las casas había ocasionado que varios muebles saltaran por los aires y se dispersaran por la plaza y los demás recobecos de la aldea. En cuanto a Desdentao, prefirió ir y quedarse a las afueras del Gran Salón, para vigilar que nada malo le pudiera pasar a Hipo.

Elige Tu Propio Destino © (HTTYD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora