Capítulo 29

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-Dado que tus abuelos querían nietos pronto, Ivar y yo intentamos tenerlos, pero en diez años de matrimonio, ambos ya con treinta años, no habíamos podido concebir a ningún niño o niña.-Ingrid se estaba dirigiendo a Makia esta vez. Tomó un pequeño banco de madera y se sentó, su rostro contraído por el llanto mostraba un mejor aspecto-. Tu abuelo, que recién había cumplido los cincuenta años, se enfureció conmigo. Decía que estaba seca por dentro, que su única hija no era una mujer de verdad, ya que no podía engendrar a nadie. Tu abuela se resignó a aceptar mi realidad, a pesar de la profunda decepción que sentía hacia mí.

Las cuatro personas escuchaban con detenimiento todo lo que Ingrid decía.

-Ivar intentó hacer uso de la brujería para quitarle esa idea de la cabeza a mi padre, pero esta no sirvió de nada. No nos habíamos percatado hasta entonces, pero estaba perdiendo poco a poco sus poderes de ejercerla. Ivar ya no ponía en práctica su magia, no desde que logró casarse conmigo. Eso derivó en la progresiva desparición de sus habilidades. Mi padre, como última sentencia, nos amenazó públicamente, delante de toda nuestra tribu, haciendo incluso que las noticias llegaran a las demás islas del archipiélago. Nos amenazó con desterrarnos de Garnes como no le diéramos un nieto, recalcando que fuera un varón, lo antes posible.

La líder se llevó una mano a la boca, como si le entraran arcadas al recordar las duras palabras que un día Bálder le dijo, despreciando por completo a su yerma hija. Hipo no sentía ni un ápice de compasión por la asesina que tenía delante, Makia se limitaba a seguir escuchando la voz de su madre, esta vez no con seriedad, sino con perplejidad. ¿Tan cruel había sido su abuelo con ella? Sabía que Bálder el Estrujahombres no fue el mejor de los hombres, se trataba de alguien muy tradicional al que guardaba respeto por ser su abuelo y líder de su hogar. No obstante, en lo personal, Makia siempre había odiado la actitud tan machista y extremista que tenían él y su tribu. Eran otros tiempos, claro, pero ni siquiera su abuela Nerta había sido tan severa como él.

Dejando al margen esto, había algo que no encajaba y no era el que su padrastro fuera un brujo, eso ella siempre lo había deducido aunque ahora se hubiera confirmado. La cuestión era la siguiente: ¿Por qué Ingrid decía que no había podido concebir a nadie, si ella y Briët estaban allí? Eran hijos suyos, no tenía sentido. Quiso preguntarle inmediatamente, pero su madre continuó hablando y prefirió guardarse la pregunta para después.

-Me sentí mal ante todo. Ya no sólo era el hecho de decepcionar a mis padres con mi infertilidad, sino que la más decepcionada era yo. Creí que nunca llegaría a formar una familia con Ivar, que ya nada tenía sentido para mí. Me dediqué a ganar peso a causa de la presión que estaba ejerciendo mi padre sobre mí, engordé muchísimo en muy poco tiempo, me sentía fatal. Ivar odiaba a mi padre por hacerme sufrir de esa manera, con lo cual, ese mismo año, se prometió que si en algún caso pudiera encontrar una forma de tener un hijo, cualquier forma, lo aceptaría.

Ingrid respiró hondo una última vez antes de seguir. No sabía qué iría a pasar luego, no sabía nada de nada ni presentía nada. Tras muchos años, por fin diría lo que noche tras noche la atormentaba, lo que hizo de sus días un infierno helado. Miró a los ojos de Makia, estos la observaban inquietos, pudo notar el tiritar de sus labios y sus brazos cruzados, cubiertos con el poncho blanco. Makia estaba nerviosa, nerviosa por saberlo todo. Briët estaba igual o peor, no paraba de mover la pierna y sus manos le estaban empezando a sudar. Hipo y su madre, por el contrario, se mantenían firmes, hombro con hombro, esperando a que Ingrid volviera a hablar.

-Así que... con la falsa excusa de ir en busca de una cura para mi infertilidad, Ivar le propuso a mi padre que le diera nueve meses más para darle... para darle por fin un nieto. Él accedió y dejó que nos fuéramos de Garnes durante ese tiempo. En realidad... lo que tenía Ivar en mente era...-La voz de la mujer se rompió, el agua volvió a brotar de sus conductos lacrimales y no consiguió mantener la compostura por más tiempo. Las palabras de Ingrid fueron casi imperceptibles, dichas en un tono muy bajo-. Robar... un recién nacido...

Hipo apretó el mango de la espada de fuego que aún estaba llameante en el lugar. ¿Qué significaba todo esto? Por otro lado, la joven Makia sintió un profundo dolor en el estómago, seguido de un escalofrío que recorrió todo su cuerpo. No supo qué pensar, no supo qué decir ante lo confesado. El rostro de su madre la miraba atentamente, esperando una reacción, una palabra, un gesto, cualquier cosa, menos el silencio de su hija.

-Sigue-dijo Briët de la forma más firme que podía adoptar en aquel instante, esta vez con los ojos bien abiertos, sin pestañear, llenos de incertidumbre. Sólo se podía oír la respiración de las cuatro personas y la del propio Desdentao. Ingrid, que nunca había visto a su hijo siendo de esa manera, decidió obedecer ya que era lo único que podía hacer, lo único que tenía y debía hacer.

-Al principio... con toda la desesperación que tenía encima, accedí a participar en el plan. Buscamos en muchos poblados, fuera del territorio de Garnes, pero resultó inútil. Teníamos que ganarnos la confianza de la gente y luego convencerles de quedarnos al menos una noche a dormir allí, algo impensable sin las habilidades de Ivar. Y, si lo conseguíamos, los bebés siempre estaban vigilados por alguien, tanto de día como de noche.

El cuerpo de la joven castaña se estremeció ante la naturalidad del modo de hablar que caracterizaba a Ingrid. En esos momentos la mujer mayor estaba al borde de la desesperación, pero aún así, su voz seguía denotando la misma esencia. Podría hablar sobre una tarde de pesca en el lago de la misma forma que hablaría de un acto de violencia, de una decisión mal tomada que afectase a todos, de un secuestro... El mismo tono despreocupado, la misma expresión en los ojos, la costumbre de lamerse el labio inferior cada cierto tiempo.

-Pasados siete meses intentando hacernos con un bebé sin éxito alguno, Ivar y yo nos trasladamos al bosque del lugar en donde estábamos para planear nuestro próximo movimiento cuando... cuando un dragón y una mujer joven pero adulta aparecieron allí, en busca, según la mujer, de dragones a los que poder ayudar. Siempre habíamos temido a los dragones, así que nos pareció extraño que un ser humano estuviera tan cerca de un dragón sin ser herido. Habríamos preferido huir de no ser por lo que esta mujer llevaba en un práctico saco atado a su cuerpo. Era un bebé de no más de unos pocos días.

La vista de Valka se nubló, pequeños destellos fugaces se mezclaron en su cabeza y sonidos inidentificables susurraban sus oídos. No quiso atar cabos demasiado rápido, odiaba adelantarse a los acontecimientos y no quería aceptar nada de lo que esa despiadada líder estaba diciendo. Sin embargo, el puzzle que se había formado desde hacía tiempo en su mente, comenzando por los sueños repetidos noche tras noche, el sueño distinto o más bien su visión de la mujer extraña dando a luz en el Santuario, y terminando con su inevitable conexión con Ingrid, con su aspecto y hasta con su nombre, por fin estaba siendo completado. Faltaban algunas piezas, las más certeras, las que demostrarían que, después de tantos años, una mente retorcida y llena de egoísmo había jugado con sus recuerdos.

-Eras tú, Valka. Tú y Asaltanubes érais el dragón y la mujer que encontramos Ivar y yo en aquel bosque.

Elige Tu Propio Destino © (HTTYD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora