Capítulo 9

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Luego del apretón de manos, Astrid los dejó a ambos solos ya que fue a hacer unos asuntos que tenía pendientes en el puerto.

Los castaños llevaban una hora caminando por toda la isla mientras Hipo le mostraba todas las estancias a la chica. Habían visitado la herrería, los establos de los dragones, el Gran Salón donde Hipo acaparaba las reuniones con su pueblo, incluso le enseñó las diferentes casas que habían construído, cada una con un emblema de dragón. Aún quedaba la Academia de Dragones. Lo que les extrañaba era que la población actuaba rutinariamente, no los miraban o les hablaban como cabría esperar. Saludaban a Hipo de vez en cuando, pero ni se fijaban en la chica.

-Esta es nuestra academia. Aquí enseñamos a los jóvenes jinetes a llevar a cabo el entrenamiento de sus dragones, los cuidados que estos deben recibir, etc-explicó el castaño.

-Qué sitio tan interesante, Hipo, es maravilloso.

-Aquí muchos aprenden todo lo que se sabe: las especies de los dragones, su alimentación, su lugar de origen...

-Me refería a toda Isla Mema-lo interrumpió-. Este lugar es increíble.

-¿En serio? Bueno, no es más un pedazo de pedrusco en medio del mar. Nieva nueve veces al año y graniza los otros tres. A ver, hay días sueltos en los que no nieva ni nada... pero más allá de eso, no le veo nada de interesante-dijo aparentando indiferencia, aunque para él no era más que un juego.

-¿Y qué? Es un sitio muy bonito, los bosques, lagos y jardines son muy extensos y verdes, aparte de que también tenéis unas especies bastante exóticas de dragones.

-Hablas de los dragones como un tema muy normal, cosa que tengo que admitir que me extraña. No hemos tenido muchos invitados a lo largo de estos años pero los que hemos tenido, normalmente se asustan por los dragones. Y tú...-Se acercó a ella.

-Yo es que ya los conocía desde hace mucho tiempo. En mi tierra sólo se habían avistado Pesadillas Monstruosas y Gronckles. La verdad es que... mi gente los mataba-admitió la chica con cierta vergüenza y tristeza-. Yo... yo siempre trataba de hacer todo lo posible por salvarlos, pero mi gente no me escuchaba.

Hipo frunció el ceño. Sabía que en el exterior, los humanos aún seguían atacando a los dragones. Nadie más que él deseaba un lugar en donde estas criaturas pudieran vivir en paz, pero la cruda realidad era que no podía salvarlos a todos.

-Dejando de lado la búsqueda de mi padre también me fui por ese motivo, ¿sabes? No soportaba cómo los trataban, se me partía el corazón y nadie me hacía caso. Espero que no sigan haciéndolo.

Mientras mantenían esta conversación, un pequeño animalillo rozó las piernas de Makia. Se trataba de un gato gris atigrado con los ojos exactamente iguales a los de ella, con esa misma intensidad. Hipo se agachó para contemplar al pequeño felino, pero este se escondía detrás de la joven.

-Vaya, vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí?-Sonrió el jefe. Ver a este animal le hizo recobrar el ánimo.

-Oh, es precioso.-Ella se agachó y sujetó en brazos al gatito, el cual se dejó agarrar encantado mientras ronroneaba-. Es una ricura.

Hipo acarició la cabeza del animal.

-¿Tendrá dueño?

-No creo que sean domesticables.-Negó con la cabeza-. Nunca había visto gatos por la academia, ni siquiera por la tribu. Siempre están en el bosque.

-Entonces me lo llevaré conmigo a casa-aseguró Makia acariciando al gato-. Al menos una cosa sí que hacían bien en mi tierra; respetaban a los gatos.

El castaño se quedó algo confuso. O sea que el pueblo de Makia anteponía la vida de un pequeño gato a la de un dragón. Definitivamente, Makia era una caja de sorpresas.

Elige Tu Propio Destino © (HTTYD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora