I: Había una vez... Una tormenta

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En una isla desierta, en medio del océano, nadando de lo más feliz, estaba un pequeño tritón de cola tricolor con estrellas en el costado de su cola, su cabello largo castaño suave y sus ojos rojos cuales rubí, con su piel morena, todo estaba tranquilo, hasta que a lo lejos, vio un barco acercándose.

En el barco sólo podían oírse las risas de júbilo y el baile de los marineros.

El capitán de cabellos rojos y negros, vestido con ropas de pirata blancas, junto con medallones que colgaban en su cuello en forma de estrella, miraba fijamente con su arma en mano a un joven rubio con la cabeza agachada y ropas de noble atado a un mástil.

—Siria... ¿Cómo puedes hacerme esto?—murmuró apenas levantando la cabeza—

—Tu padre pagó mucho para traerte de vuelta, USA.

—¡Pero ha asesinado a México!—sollozó con dolor.

Al lado del venezolano, otro tritón un poco más adolescente que él emergió. Frunció el ceño al verlo mirando el barco.

—Vene no te acerques mucho, pueden querer pescarte. Suficiente tenemos con el humano con el que se encariñó Canadá—dijo besando suavemente los labios del venezolano.

El menor se sobresaltó un poco cuando escuchó la voz de su hermano, solo asiente con una sonrisa dulce, abrazándolo con cariño.

—Está bien Colo... Si tú lo dices... Es que... Ellos son extraños... Y me llama la atención sus culturas y sus cosas... Son.. Realmente.... Asombrosos... —dijo sin más, mirando el barco detenidamente como si quisiera ir ahí.

Era costumbre que los tritones se casaran entre sus propios hermanos, por lo que los hermanos se criaban apartados los unos de los otros y cuando cumplían la mayoría de edad, tenían un tiempo para conocer a su pareja prometida.

Colombia no era la excepción, desde que su hermano menor nació, ambos estuvieron comprometidos. Vene miró su cola un segundo, para luego señalar a un humano a lo lejos.

—¿Que es lo que ellos tienen debajo de la cintura..? No se parecen a nuestras colas—dijo de manera inocente.

Venezuela no sabía nada de los humanos, solo sabía lo resumido de ellos: Son malos, territoriales, y solo son peligrosos.

—Esas son piernas—dijo buscando la manera más sutil de explicarle, un momento después, suspiró—Ellos no pueden arrastrarse en el suelo, así que necesitan que algo soporte su peso, esas son sus piernas.

Pausó un poco para luego proseguir.

—¿Recuerdas... El ritual de apareamiento?—dijo con un pequeño sonrojo en sus mejillas—Hay un tritón que puede adquirir piernas y un "miembro" y allí se introducirá en su pareja para que tengan descendientes—dijo, a él le había costado usar esa habilidad—Los humanos son seres lujuriosos y si supieran que pueden violar a un tritón, nos cazarían a todos.

—Oh sí, me han contado de eso... —dijo sin más mirándolo con un sonrojo un poco más notable.

—Capitán... ¡Capitán hay algo en la orilla!—informó un hombre.

El sirio tomó su catalejo, viendo a dos hermosos jóvenes en medio del mar.

—Umh... Parece que va a llover— el colombiano al darse cuenta de que miraban en dirección a ellos, tomó a su hermano y lo sumergió, sin perder de vista al barco pero suficientemente profundo para que no se les ocurriera atacarlos.

Vio cómo su hermano lo sumergió y se alertó un poco, escuchó su alerta, solo asiente la cabeza abrazándolo un poco asustado.

—Ten cuidado Vene, no quiero que nada te pase—acarició la mejilla de su hermano para volver a darle un beso—Hoy habrá tormenta, así que es mejor que ambos estemos cerca.

Mar de sangre para el Rey (GuyiVene)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora