XXXVII: Cataplín, Cataplán... La pieza de vals...

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Mientras transcurría la fiesta, Vene y Esequibo no se separaban, solo Venezuela hablaba con algunos de los presentes en las fiestas, mientras Esequibo les sonreía, hasta que en una de esas, Esequibo salió corriendo a abrazar a Surinam con una sonrisa Venezuela, volteó y los vio, se acercó al ver que también se acercaban Guayana Francesa y Guyana.

Al estar frente a su amor pasado y su más grande traidor, solo se limitó a mirarles con frialdad y seriedad pero con una diminuta sonrisa educada, la cual a Guayana Francesa le cagaba esa sonrisa.

—Hola bienvenido, mucho gusto, ¿Cómo han estado?—preguntó mirándolos, sabía que tenían planeado separase, más no lo pensó hasta después que preguntó, por dentro se pegó un tiro mental por cagarla de esa manera.

Guyana se queda incrédulo ante la pregunta hecha por el venezolano. No muestra emoción alguna, pero se tarda unos minutos en responder con firmeza:

—Hay nuevos bienes que no entraron en el acuerdo prenupcial, debes saber que llevamos mucho tiempo casados—dijo, el acuerdo prenupcial era aquél donde se dividían los bienes antes del matrimonio—Eso, entre otros problemas, Venezuela, amigo mío, no hablemos de cuestiones tan íntimas por ahora. Déjame ver al cumpleañero.

Se acerca a Esequibo, notando cómo el joven se había amarrado mal la corbata que Venezuela le había comprado. Negó intentando no demostrar una sonrisa de lo graciosa que le parecía la escena, pero no lo logró.

—Mira, se hace así—dijo tomando la corbata del chico y enseñándole a amarrarla, un gesto muy simple, pero muy significativo—Escucha, lo más importante que debes tener en mente, es que con cada pedacito que creces, más responsabilidades vas a adquirir... Y puede ser agobiante, pero estaremos aquí para ti—dijo revolviendo su cabello—Feliz cumpleaños, cariño mío.

Esequibo sonríe un poco avergonzado al escuchar lo que le dijo su tío, éste le sonríe ampliamente para luego soltar una leve risa con las mejillas sonrojadas.

—¡¡¡Gracias Tío Guyana!!! Muchas gracias por sus deseos.—dijo con cariño, para luego abrazarle, dándole un beso en la mejilla con ternura.

Surinam mira atentamente el cuerpo de Venezuela mientras Guyana iba a hablar con Esequibo. Sin dudas el venezolano era sumamente apuesto, con cuerpo muy desarrollado, "delicioso", si podría decirlo. Tenía once años, pero su mente, atrofiada, ya comenzaba a querer poner sus manos sobre la cola de algún joven tritón.

Esta noche era su oportunidad.

—Uuuuuuh cada día parece que te haces más amargado y gruñón, gafo mongólico jaja—dijo en forma de juego el venezolano, jalándole las mejillas y las orejas en forma de juego, si ponían haber sido antes una pareja, pero eran también hermanastros y Venezuela era el mayor, así que el molestarlo de manera cálida de esa manera no le molestaba.

Claro que le dio algo de gracia el cómo este le amarraba la corbata a su hijo, lo que le dijo le pareció algo tierno, más no se quiso encariñar más por eso, sabía cómo era cuando se enojaba y sabía que éste no era como disimulaba ser cuando estaba en presencia de Esequibo.

Miró a Surinam y le sonrió de manera dulce, acariciando sus mejillas con una sonrisa dulce, éste era por completo el tío meloso y cariñoso, más cuando se trataba de niños.

—¡¡¡Épale chamo!!! Cuánto creciste jaja y mírate qué guapo estás, hasta podría decirse que eres modelo jajaja...

Al notar que el pequeño le miraba algo serio, solo suspiró para darle un beso en la frente con dulzura al notar que Guayana Francesa se había ido a otro lado y no estaba cerca, le acarició los cabellos con cariño.

Mar de sangre para el Rey (GuyiVene)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora