XXXV: Cataplín, Cataplán... El reino vencerá

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Guyana mira atentamente al muchacho que está frente a él con suma curiosidad, es un joven adulto apuesto, con los cabellos negros alborotados y los ojos rojizos cual sangre. Pero contrario a lo que parece, no le atemoriza, le da ternura.

Se extraña al ver que éste se encoje en su sitio con timidez y miedo, el guayanés sólo alza la mano y la pone sobre su cabeza, acariciándole con amabilidad.

Vamos, no voy a comerte—dice esbozando una media sonrisa mientras le besa la frente.

El estar junto al contrario le daba un poco de miedo, el venezolano estaba inseguro de si confiar en un completo extraño o no, pero de cierta manera, este completo extraño era mas cálido y tierno que su pareja, este mostraba preocupación la cual no mostraba Siria, este le mostraba cariño y ternura, cosa que nunca notó de parte de Siria. Cuando alzó la mano, éste por reflejo trató de cubrirse, cerrando los ojos pensando que le golpearía, pero al sentir la caricia en su cabeza, se erizó un poco sonrojándose levemente por el beso.

—L-lo siento... e-es un reflejo...—dijo con timidez sonrojado, mirándolo con ternura.

El mayor comenzó a aconsejarle cómo debía cuidar al pequeño bebé, pues conocía muchas "personas" (Sirenas y algunos tritones) que habían tenido complicaciones durante el embarazo. Aunque charlaron brevemente, el guayanés se ofreció a llevarle a casa y protegerle.

El hablar con el contrario le gustaba mucho, al menor le provocaba mucha calma en su interior y hacía que una calidez invadiera su pecho por completo. Los consejos los guardaba mentalmente esperando no olvidarlos, éste asentía levemente ante lo que le decía y solo acariciaba su vientre despacio con cariño y suavidad.

Le cargó con suavidad mientras le instó al tritón a agarrarse de su cuello para que no se cayera. Se reía al ver cómo el otro se sonrojaba con levedad, haciendo que una calidez recorriera su pecho. Le dejó en casa, pues la puerta seguía abierta.

El pelinegro le agradeció por que insistió en llevarlo a casa pero cuando lo cargó no pudo evitar sonrojarse y mirarlo con nervios, sonrojándose mucho mas. Solo lo abrazó del cuello con un poco de miedo, para solo apegarse un poco agotado a su pecho, le gustaba, era muy tibio.

Cuando al fin llegaron a casa, éste le indico por dónde era su habitación, Guayana subió las habitaciones y dejó al venezolano en la cama, iba a retroceder, cuando un mal movimiento con las sábanas del futón le dejó encima del chico de ojos rojos. Logrando frenar a tiempo para no hacerle daño con su peso.

Cuando al fin le acostó, el menor le sonríe de manera tierna, hasta que de repente éste vino y cayó sobre él, se asustó un poco. pero al notar que no cayó sobre él y solo quedó cerca de su rostro, lo miró sonrojado y sorprendido, por alguna razón se perdió por un momento en sus ojos, su mirada era tan dulce y protectora que no hacía que quisiera alejarse con miedo, más bien quería estar más cerca.

El menor estaba encima del más bajo, con sus manos a cada lado de su cabeza para no dañarlo y mirándolo con fijeza. Esta escena se le hacía familiar, los sonrojos del muchacho también le gustaban, era algo extraño, porque su carácter no era lo que "tenía" Guayana Francesa (Valentía, descaro, erotismo y fidelidad), sin embargo, aun así, le gustaba.

¿Pero qué estaba a punto de hacer?

Vene notó cómo iba acercándose poco a poco a sus labios, sus respiraciones fueron chocando entre si levemente, estaba un poco nervioso, su corazón latía con fuerza, hasta que éste se apartó.

Guayana reacciona al notar que ya está cerca del rostro del pelinegro, no puede hacer más que echarse hacia atrás, apenado y sintiéndose mal, porque tiene una pareja, ¡Incluso un hijo! No puede hacerle esto a su amada pareja.

Mar de sangre para el Rey (GuyiVene)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora