Capítulo 35

2.1K 219 105
                                    

Luego de mi charla con Sam, ella me dejó sola con los bebés, ni siquiera nos percatamos en qué momento Sofía abandonó la habitación.

—¿Se puede saber por qué se pronto estás tan rara? –la voz de Colin-Alessandro me hizo sobresaltar.

—No lo sé –contesté evitando su mirada.— es que... esto es demasiado estresante y no he pegado un ojo desde ayer –suspiré.— siento que si me duermo, vendrán a robarme a mis bebés –él relajó los hombros.

Me sentía culpable por mentirle, pero no quería meterlo en esto. Si algo me pasaba, él debía quedarse con los pequeños, mis niños no podían perder a ambos padres.

—Recuéstate, yo cuidaré a los niños –besó mi frente.

—No se como volveré a ver a Colin a la cara después de esto –bromeé. Él rió.

—Solo procura no encariñarte mucho con este rostro, recuerda que tu dueño posee otro –fruncí los labios.

—Rayos, tengo tantas ganas de besarte –hice un puchero.

—No se comparan con las mías de matarte –lo miré maliciosa.— de placer –susurró sobre mi boca.

—Agh, aléjate –me acosté en la cama al lado de los bebés.— número uno, luces como Colin y número dos, no hacen ni siquiera veinticuatro horas desde que di a luz.

—Sí, pero ya todo tu cuerpo volvió a la normalidad, ¿o me equivoco? –levantó una ceja.

—Buenas noches, mosquito chupa sangre –le saqué la lengua.

—Buenas noches, diosa griega –me guiñó un ojo.







(...)







Para cuando desperté todos estaban durmiendo. Con gran dolor me despedí de mis le dejé una carta a Alessandro explicando lo que haría y por qué lo haría, y junto a aquella carta me desprendí del collar que me había regalado.

Tomé una pequeña daga de plata y la oculté entre mi cabello, en ese momento agradecí tener una larga y abundante cabellera. Después me vestí con una sudadera con capucha para que no me reconocieran.

Luego de eso salí del cuarto sin hacer ruido, y di un pequeño vistazo a las paredes a mi alrededor, extrañaría mucho este lugar.

Salí por la puerta trasera y me alejé del que alguna vez fue mi hogar.

—Luna, ¿qué hace fuera de la casa? –maldije. Había olvidado los guardias.

Sin mediar palabra y sin pensar mucho, lo hechicé dejándolo inconsciente. No podía arriesgarme a que Alessandro se enterase de mi plan.

Sin mirar atrás, me fui alejando cada vez más hasta que llegué al puente que dividía al pueblo mágico del humano y apresuré el paso.

Sentía como mi cuerpo entraba en calor y las pequeñas gotas de sudor que corrían por mi nuca.

Mientras caminaba hacia el bosque, recordé todo los bellos momentos que había pasado con mi familia. El sentimiento que tuve al cargar a mis niños por primera vez, las veces que Alessandro y yo discutíamos por tonterías... esos recuerdos eran el tesoro más preciado que poseía en estos momentos.

Independientemente de lo que me suceda estando con Nate, no me importaba sufrir un infierno mientras mi familia estaba bien, mientras mis pequeños estén a salvo.

Llegué al bosque y caminé hacia el lugar que Nate indicó. A medida que me acercaba me empecé a sentir rara, como si estuvieran sacando cuerdas de mi cuerpo.

Citrino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora