Capítulo 40

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—Atención –habló Elisa por un micrófono.— es hora de que los novios habrán la pista de baile.

Con una enorme sonrisa, fui acompañada por Alessandro hasta el centro del lugar.

—No puedo creer que esto esté pasando –dije emocionada. Él rió.

—Yo si, es tal y como me lo imaginé –besó mi mejilla.

(Reproduzcan la canción en esta parte)
En los altavoces se empezó a escuchar "Make you feel my love", miré a mi esposo con complicidad, aquella canción era nuestra, solo nuestra.

Alessandro me fue guiando por la pista como si de una muñeca se tratara. Sentía la mirada de todos sobre nosotros, pero yo no podía despegar la vista de aquel maravilloso hombre que cambió mi vida por completo, aquel que evolucionó de una manera tan genuina y magnífica que todavía no podía creer que el Alessandro de ahora y el de hace un tiempo atrás eran la misma persona.

Aquel dueño de esa mirada café, cuyos ojos poseían puro y genuino amor hacia mi. Jamás me cansaría de agradecerle al universo de enlazar mi alma junto aquella que hace un tiempo estaba rota, pero que me encargué de reparar y blindar con amor.

Mi vida no era perfecta, pero lo tenía a él, y él siempre se encargaba de que cada momento, sin importar lo pequeño o insignificante que fuera, él hacía que fuera especial e inolvidable.

De pequeña siempre soñaba con el día de mi boda, casándome con el príncipe azul que contaban en las historias que mamá me leía, y, aunque estoy viviendo la boda de mis sueños, no me casé con un príncipe azul. Me casé con un guerrero, un hombre al que no le importa poner el mundo arder con tal de que los que aman estén bien, al que criaron de una manera horrible y sin embargo eso no ha sido un pero para darle la mejor crianza a nuestros hijos.

Definitivamente estoy feliz y conforme donde me ha puesto la vida, me alegra que un hombre como él me acompañe en la travesía de ser padres.

Alessandro es mi complemento, mi alma gemela, el amor de mi vida... él es mi lobo.

—¿Qué tanto piensas? –me susurró en el oído. Reí.

—En lo que haremos después de que esto termine –dije pícara. Me miró pícaro.

—Señora Migliore es usted una coqueta –reí.— estás... eres preciosa –besó mi frente.

—Eso ya me lo habías dicho esta noche.

—Y te lo diré toda la vida –me miró con ternura.— Dios, no puedo creer que estamos casados –rió.— quiero decir, después de toda las tormentas que hemos pasado... esto se siente como un sueño –sonreí.— es como siempre lo imaginé.

—¿Imaginaste casarte? –levanté la ceja.— creí que eras un Casanova –él rió.

—Pues sí, señora Migliore –saboreó mi nuevo apellido en sus labios.— soy un romántico, claro que había imaginado casarme.

—¿Y qué imaginabas? ¿El pastel? ¿El salón? ¿Los trajes? ¿La música? –lanzó una carcajada.

—Solo imaginaba lo que sentiría al casarme con la mujer que me destinó el universo –contestó sonriente.

—¿Y cómo se siente?

—Dímelo tú, mi corazón está conectado al tuyo –lo miré con adoración.

—Te amo, ¿lo sabes?

—Sí, lo se –acarició mi mejilla.— eres mi vida, Moonshine –nuevamente me besó.

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