Una semana.
Una semana que parece una eternidad.
Había pasado una semana sin ver a Alessandro.
Sin sentir nada más que su preocupación en mi pecho, como le carcomía el no estar conmigo. Compartíamos el mismo sentimiento, estaba deshecha sin él.
Azriel se ha comportado muy amable y respetuoso en el trayecto de este tiempo, no ha tenido ningún arranque de ira, los ha aprendido a controlar de apoco.
En este tiempo hemos hecho muchos ejercicios y actividades para controlar su temperamento, me he sentido como una experta, con ayuda de internet, claro.
De los ejercicios que hemos realizado el que más me gustó fue uno en el que nos sentamos en el bosque, cerramos los ojos y nos dejamos guiar por el sonido de la naturaleza, la paz y la tranquilidad en ella. Fue mi favorito porque por un segundo olvidé mis problemas y me sentí libre, plena y tranquila. Sin embargo, al abrir los ojos vi que Azriel estaba observándome, de la manera que siempre hacía, como si yo fuera una criatura extraña para él.
Ahora me encontraba haciendo el desayuno, aprendí una receta muy buena y sencilla que no requería de estufas ni condimentos: cereal con leche. Era mi especialidad.
—¿Otra vez cereal con leche? –refunduñó Azriel entrando a la cocina.
—Si –entorné los ojos.— ¿o prefieres huevos quemados?
—El cereal me parece perfecto –dijo tomando su tazón.
—Eso creí –bufé.
—Artemisa –me llamó.— tú... ¿quieres ver a Alessandro? –se rascó la nuca.
—Por supuesto que si –dije al instante.
—Vale –dijo él.— esta noche harán una fiesta de gala en mi trabajo, es como una premiación a los empleados que más se esmeran en la compañía, y me preguntaba si querrías acompañarme...
—Lo haré –le interrumpí.— será divertido –me encogí de hombros.
—Gracias –medio sonrió.— aunque sabía que aceptarías –se encogió de bomberos.— es por eso que decidí invitar a Alessandro a la gala, para que puedas verlo.
—¿De verdad? –lo miré incrédula.— ¿por qué..?
—Porque si –se puso de pie.— el vestido que usarás esta noche está encima de tu cama, nos vemos luego.
Ignoré su actitud tan borde. Mi emoción no me permitía pensar en otra cosa que no fuera mi mate, hoy por fin lo vería, después de tanto.
Sin embargo, no me fiaba de la actitud de Azriel, estaba tan sereno y tranquilo, es demasiado bueno para ser verdad, algo debe de estar tramando. No lo perdería de vista en toda la noche, no permitiré que intente algo en contra de mi mate.
(...)
Terminé de maquillarme y listo.
Me alejé para mirarme en el espejo y no podía creer que esa chica tan bella era yo.
El vestido que Azriel había traído para mi era precioso y me quedaba perfecto, amaba ese azul en la tela, por alguna razón me recordó al azul de sus ojos.