El teléfono cayó de mis manos, estrellándose en el piso.
—¿Qué te dijo? –preguntó Apolo.
—Viene para acá –susurré en voz trémula.
—¿Y los cazadores? –preguntó Danae.
—Ya resolvieron ese problema, Athan me lo avisó hace rato –contestó Apolo.
—Artemisa siéntate, estás temblando –Danae me ayudó a sentarme en el sofá.
—No quiero que lo mate –miré a Apolo con los ojos llorosos.— Azriel ahora es bueno, él cambió.
—No es a mí a quien tienes que decírselo –Apolo suspiró.— Alessandro ya sabe que Azriel está interesado en ti, si lo convences de que no lo mate, lo mejor es que te alejes de él –asentí.
—Si, pero necesitamos el anillo...
—Lo conseguiré yo...–me interrumpió.
—No quiero que muera –lo interrumpí.
—Es eso o que nuestros padres se queden encerrados para siempre.
—Odio esto –estrujé mi cara.
—Ten –Danae me pasó una taza.— es un té para los nervios, te ayudará a relajarte.
—Gracias –dije y bebí todo el líquido.— subiré a mi habitación.
Una vez en mi cuarto, me acosté en la cama y me cubrí con la sábana. Poco a poco el sueño se apoderó de mí.
(...)
Desperté gracias a una suave caricia en mi mejilla, abrí los ojos y vi que el causante de esa caricia era Alessandro, sus ojos estaban puestos en mí, pero su mirada estaba perdida.
—Hey –saludé con la voz rasposa.
—¿Me puedes explicar qué demonios está pasando? –la calma en su voz hizo que se me erizara la piel.
—Dijiste que no querías que te explicara...
—Estaba molesto y sabes que cuando tengo la sangre caliente no pienso –suspiró.— pero eso no quiere decir que no siga molesto, Artemisa.
—Vale –suspiré.
Le conté toda la historia con Azriel, omitiendo la parte en la que me coqueteaba y la rosa. Al final de mi relato Alessandro se separó de mi y caminó en círculos por toda la habitación, mientras apretaba y cerraba los puños.
—No le voy hacer nada –dijo firme.— pero ya no lo vas a ver más.
—Pero el anillo...
—Si lo vuelves a ver –me interrumpió.— lo mato.
—¡Eres muy injusto! –grité.
—¿Injusto? ¿Qué harías tú en mi posición? ¿Que harías si yo estuviera en tu lugar y Megan en el de Azriel?
—Eso no tiene que ver...