—Ustedes se vestirán de blanco, mientras que nosotros, los invitados, nos vestiremos de rosa o azul según creamos sea el sexo del bebé –avisó Sam.
—Vale –dije.
—Como sea, ¿a qué hora es? Estoy ansioso –habló Alessandro.
—En dos horas –dijo Sam mirándolo mal.— ya te lo había dicho –Alessandro giró los ojos.— me voy, debo revisar que los últimos detalles estén listos –se despidió y salió del cuarto.
—No la mato solo porque es tu mejor amiga, pero ganas no me faltan –habló Alessandro. Reí.
—Sinceramente, estoy emocionada con todo esto –Alessandro me miró.
—Yo solo quiero saber si tendremos un príncipe o una princesa, pero al parecer es mucho pedir –se hizo el indignado. Reí.
—Levántate, busquemos la ropa que nos pondremos.
—Lo mío es sencillo: una camisa y un pantalón del mismo color –dijo simple. Lo miré mal.
—Ten más estilo.
—Con el cuerpo y rostro que tengo el estilo llega solo –levanté una ceja.— a ver, cuando me conociste, ¿te enfocaste en lo que llevaba puesto?
—Una camiseta negra y unos jeans –contesté de inmediato.
—No es así.
—Si, así fue, lo recuerdo porque ese día dejaste la camiseta en mi cuarto para que durmiera con ella –dije firme.— aunque en un principio pensé que la había dejado Elisa, luego descubrí que fuiste tú –él me guiñó un ojo.
—¿Y cómo sabías que llevaba puesto unos jeans?
—Es lógico –dije obvia. Él me miró con diversión y se puso de pie, fue al armario y se entretuvo buscando algo.
Minutos después salió con un vestido blanco en la mano.
—Ten –me lo pasó. Lo miré confundida.— es el vestido que te pondrás hoy, te ahorré la búsqueda –levanté una ceja.
—Pues... es bonito –dije mirando el vestido. Era un vestido corto un poco por encima de las rodillas, con volados y sin mangas, muy fresco y veraniego, pero lucía muy elegante.
—Ya lo se, mi buen gusto no solo va con las mujeres, ¿sabes? –reí.
—Deberíamos estar arreglándonos en este momento –dije acostándome a su lado.
—Deberíamos, si –me abrazó por la cintura acercándome más a él.
—Pero cinco minutos de siesta no matan a nadie, ¿no? –me miró malicioso.
—Me leíste la mente, cariño –besó mi nariz.
Cerré los ojos y me acomodé mas al lado de Alessandro, solo eran cinco minutos, no tardaríamos más.
(...)
—¡LOS VOY A MATAR! –gritó Sam al vernos bajar por la escalera media hora más tarde de la hora acordada para el inicio de la fiesta.
—Ya estamos aquí, deja el drama, Hannah Montana –reí por el nuevo apodo que Alessandro le puso a Samantha.
—Te asesinaré –lo señaló mirándolo fijamente.— a ti te asesinaré cuando el bebé nazca –me señaló mirándome a los ojos.— como sea –recobró la compostura.— los invitados esperan –se dió la vuelta y caminó hacia el jardín.
Alessandro y yo nos miramos, y entre risas la seguimos.
Una vez llegamos a nuestro destino, la familia nos recibió con muchos abrazos y felicitaciones. Me alegré de ver a Luka, Danae y demás líderes entre los invitados.