Uno

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—Así que una nueva compañera de habitación —dice Lena caminado a la par de Sam por uno de los grandes jardines. Observa a su alrededor cómo pasan las demás chicas con sus pulcros uniformes, pero nunca tanto como el suyo propio, sin una mínima arruga, ve de reojo a la castaña a su lado y le sonríe levemente, con complicidad. Sam le ofrece otra sonrisa devuelta.

—Exacto, casi no ha hablado, tomó con facilidad su cama, o sea la de la izquierda, me agrada —dice, medio en broma. —Aunque preferiría una suite como la tuya, señorita millonaria —protesta.

—Una vez más, no es una suite, sólo es una habitación individual, Sam —le responde, sonriendo. —Y aún no entiendo tu afición por la cama de la derecha —dice.

—En el folleto de introducción dice literalmente "suite", no me reproches —alega otra vez con falsa indignación. —Y es bastante sencillo, para cuando sea primavera el sol no me va a dar en toda la cara y podré dormir hasta las diez de la mañana todos los sábados —explica con determinación.

—Bueno, soy millonaria —presume en broma.

—¿Por qué crees que eres mi amiga? —dice y Lena suelta una carcajada limpia. Sam le sonríe con gracia mientras dan un paso dentro del edificio de dormitorios donde ambas viven al estar en el internado. Como han hecho desde que se conocen, recorren los pasillos de memoria, pues han paseado por ellos hasta el cansancio. Se detienen en la habitación de Sam, donde probablemente pasen esa tarde. Ambas están complacidas de haber llegado al mismo tiempo, porque así pueden pasar esos primeros días de reconocimiento juntas, las chicas nuevas estarán dando recorridos y aprendiendo sus horarios, ajustando sus uniformes, acostumbrándose en esos días de prueba, donde las chicas mayores no se ven obligadas a asistir.

Pero los cuales ellas usan para pasear como usualmente hacen, vagando por los grandes tramos de jardín y detallando los envejecidos ladrillos rojos de los edificios. Sentándose bajo los árboles, sobre el pasto aún húmedo por el rocío, usando el saco negro de alguna de las dos como manta. Normalmente el de Sam porque le importa mucho menos la limpieza de su vestimenta y Lena protesta mucho cuando le toca dar el suyo. A veces comen algo, a veces no, pero siempre están conversando y aún cuando no lo están haciendo su silencio parece decir algo. Envueltas por esa complicidad tan única.

Lena ama a Sam como sólo se podría amar a una mejor amiga, Sam lo sabe y le deja una sensación agradable y confusa en el pecho, hormigueante, caliente, siempre presente. También es amor, Lena lo sabe. Por eso son mejores amigas.

La castaña abre la puerta de su habitación, dándole paso a su amiga, jactándose de su galantería. Lena le sonríe con burla al entrar, pero se topa con unos ojos curiosos, mirándola por encima de un libro. Cambia enseguida la expresión, por una casi neutral. La voz siempre alegre de Sam interrumpe ese primer contacto, aunque la chica rubia agradece poder apartar la mirada, porque los ojos verdes de Lena parecen severos. Aunque como Sam suele decir, sólo se trata de la gravedad de sus cejas, oscuras y fuertes: "Son imponentes, eso es todo" dice y luego agrega: "Y también sexys", avergonzándola a propósito.

—Hola, Danvers, esta es mi amiga millonaria: Lena Luthor —presenta echándose descuidadamente sobre su propia cama. —Lena, ella es la chica de la cama de la izquierda —dice.

La chica rubia, previamente acostada sobre su edredón floreado se levanta, sentándose a la orilla de la cama, apoyando sus calcetines blancos y azules sobre la alfombra de la habitación. No lleva su uniforme y viste ropa que Lena categoriza como común, no porque sea malo, pero porque en efecto es común. La ve estirar la mano y la estrecha, sorprendiéndose por lo caliente de la misma.

—Kara Danvers —pronuncia con un acento parecido al de Sam y muy alejado del propio.

—Un gusto, Kara Danvers —dice. —Lena Luthor —se presenta, soltando el agarre, el cual, para su gusto, se había extendido demasiado.

People can be goodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora