Trece

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Lena avanza a pasos apresurados, Kara no fue a recoger su almuerzo y, por experiencia, eso nunca significa nada bueno. Está preocupada, sí, porque es el primer día de clases, lo cual quiere decir que su amiga aún está eufórica por las vacaciones, por pasar tiempo con su familia y eso sólo hará el golpe más fuerte. Volver a clases, estar rodeada de personas, aquello que Kara odia profundamente. Sube las escaleras como un rayo y abre la puerta, luego recuerda su promesa, por lo cual la entrecierra para poder tocar antes de entrar. Pero no obtiene respuesta y cuando entra no hay nadie.

—¿Kara? —pregunta, aunque no hay muchos sitios donde pueda estar, se sienta en la cama repasando sus opciones, entonces lo escucha. Un sollozo bajo, muy bajo, pero antes siquiera de descubrirlo es consciente de que se trata de Kara. —¿Kara? —vuelve a preguntar, ahora en un susurro y como respuesta obtiene otro sollozo, pero ahora sabe de dónde viene: el armario de la habitación. Se levanta y abre la puerta del mueble, encontrándola hecha un ovillo. —Dios, Kara, ¿qué haces ahí? Ven aquí, ven —pide, aunque no consigue convencerla. —¿Me harás entrar? No sé ni cómo te metiste —protesta, sus ansias por confortarla son más grandes y acaba entrando al armario también, ignorando la extrañeza del asunto. Pronto la acuna entre sus brazos y Kara se deja estrechar, Lena acaricia su espalda en un intento por tranquilizar su respiración entrecortada. —Kara, ¿quieres hablar de esto? —pregunta. —Porque deberíamos hacerlo —añade.

—No —responde, pegándose más al cuerpo de Lena.

—¿No? —inquiere, viéndose arrollada por el calor corporal de Kara. —¿Qué me dices de salir de aquí? —propone.

—Bien —acepta en un suspiro y cuando Lena comienza a moverse ella le toma la mano, no queriendo tenerla lejos.

—Tranquila, estoy aquí —le dice, ayudándola a salir. —Interesante escondite —comenta cuando tiene a Kara de nuevo entre sus brazos, sus sollozos han ido disminuyendo su intensidad, aunque puede escuchar perfectamente su respiración entrecortada. Sin saber qué más hacer deja un beso en su frente y ella se recarga en su hombro.

—Gracias —dice.

—No es nada —responde. —Pero podrías decirme qué te llevó a esconderte en un armario, una elección... curiosa —dice. —Si es tu forma de salir del clóset debo admitir que es original —bromea. —Aunque habría estado mejor sin todas esas lágrimas.

—Hoy tuve un mal día y aquí no hay muchos sitios en donde llorar, ¿lo has visto? No quería ser encontrada, tampoco quería molestarte, porque siempre te molesto, el armario parecía una buena opción —responde, después de soltar una carcajada breve. —Y soy pansexual, por cierto —confiesa, Lena da un paso atrás para mirarla a los ojos con su mejor rostro indignado.

—¡Tú no me molestas, Kara Danvers! Considerando que soy la segunda persona de las dos personas que conoces aquí deberías saber cuánto me agradas —alega, acercándose a dejar un nuevo beso en su frente, ¿por qué? No lo sabe. Kara lo recibe sin rechistar. —¿Almorzaste? —Kara niega, volviendo a recostarse en su hombro y ninguna hace nada por apartarse.

—Tengo hambre —se queja.

—Lo sé y por eso tengo un magnífico sándwich de pollo en mi maletín —responde Lena, sostiene aún el agarre sobre la cintura ajena.

—El sándwich de pollo es mi mejor amigo —alega la rubia, separándose para recibirlo. Le regala su mejor intento de sonrisa.

—Me ofende un poco, pero entiendo por qué —responde Lena.

—Aún no te doy tu regalo —comenta Kara tras morder su sándwich. —Fue extrañamente complicado elegir algo para darte —reprocha haciendo reír a su amiga. —Espera, te lo voy a dar —dice, dejando su comida y rebuscando debajo de su cama.

People can be goodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora