Ocho

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Es viernes y Andrea lo percibe como la oportunidad ideal, hoy es el día: le pedirá una cita a Lena. La pasarán bien y el rumor se asentará como una verdad irrefutable cuando pasee de la mano con la chica ojiverde por los jardines de la escuela. Se repite esa idea como apoyo mientras espera en los escalones del edificio donde Lena tiene su última clase. Es la primera en salir y da pasos demasiado rápidos, pasando totalmente por alto la presencia de Andrea, se sigue de largo y la chica no puede evitar sentirse decepcionada por no ser reconocida en una multitud. Lena parece tener un objetivo en mente, centrada en él y absorta de todo lo demás.

—¡Lena! —exclama Andrea para llamar su atención. —¡Lena! —repite atrayendo finalmente su atención, la pelinegra frunce el ceño ante su interrupción, pero se acerca en grandes zancadas. —Hola, ¿estás ocupada? —pregunta con claro interés.

—Sí, en realidad, tengo unas cosas por hacer —responde. —¿Necesitas algo? —inquiere y por la forma en la cual tamborilea con los dedos sobre la correa de su maletín sabe que tiene prisa.

—No, exactamente, bueno, sí... Quiero decir, hoy podemos salir y quería preguntarte si te gustaría ir conmigo a algún lugar, tal vez mostrarme la ciudad, tomar un café, no lo sé —propone y pone su mejor cara de inocencia.

—En realidad prefiero el té, pero está bien, te veo a las 4, hasta luego, Andrea —dice sin siquiera reparar en su expresión, marchándose tan pronto como pronuncia la última palabra y tiene una razón para ello, claro. En el almuerzo Lena estaba demasiado ocupada con tareas y encargos del club de debate, olvidándose por completo de su comida, por lo tanto también la de Kara y cuando una de sus compañeras le preguntó si se había detenido para comer ella recayó en su despiste, preocupándose enseguida. Ahora iba a recoger algo de comida a la cafetería y se la llevaría a Kara, dondequiera que estuviera. Por lo general sólo tenía dos sitios: su habitación y la entrada del edificio A3, adivina, por la hora, que la encontrará en su habitación.

—Kara, lo siento mucho, perdí la noción del tiempo y luego... —Lena se interrumpe cuando levanta la mirada topándose con la espalda desnuda de la rubia y enrojece al instante, pero cuando Kara gira la cabeza para verla se siente morir, porque aún no aparta la mirada y casi percibe su torso también desnudo. Demonios, cierra los ojos con fuerza e incluso usa su mano como escudo, así sale de la habitación y cierra la puerta detrás suyo, recargándose en ella. —¡Lo siento! —exclama, maldiciéndose por no cumplir la promesa de empezar a tocar cuando llegase y no sólo entrar como si viviese ahí. El tiempo que demora Kara en volver a abrir la puerta se le hace eterno e incluso considera la idea de marcharse tras esa enorme invasión a su privacidad. Pero luego la puerta se abre y ella debe afrontar su vergüenza. —¡Lo siento! Ahora en serio comenzaré a tocar cuando venga, perdón, no vi nada —dice, aunque ambas saben que miente.

—No es nada, Lena, ya me acostumbré a cambiarme frente a las chicas del equipo —responde Kara despreocupadamente, pero la pelinegra no está nada acostumbrada a ver desnudez, por algo sus mejillas siguen siendo dos tomates.

—Claro, aún así, venía a disculparme, hoy no te llevé el almuerzo, me distraje con unos asuntos... no era mi intención —comenta, pero la rubia niega con cuidado.

—Tranquila, Lena, tampoco es tu obligación, supuse que estabas ocupada, últimamente siempre lo estás, al final almorcé con Sam —dice Kara, sonriéndole con amabilidad.

—¿Con Sam? —pregunta y de pronto su maletín con el sándwich en él se siente pesado, tan pesado. Sam suele almorzar con su equipo o con alguna de las muchas otras personas a las cuales les agrada, no debería sorprenderse porque Kara sea la elegida esta vez, pues tiene razón, esos días han sido atareados y les ha permitido a las otras dos convertirse en amigas cercanas, además están en el mismo equipo. Y la rubia suele explicarle las clases a Sam. Lena siempre se esfuerza en estar ocupada; pero en ese instante le dan ganas de reacomodar su horario, quizás pasar tiempo con la chica rubia es más importante que el comité estudiantil.

People can be goodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora