Siete

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Kara se apoya en sus rodillas en un vago intento de recuperar el aliento, está tan acostumbrada a la inactividad que esa prueba está aniquilándola, la única razón por la cual sigue en pie y no llorando de cansancio en el piso es la presencia de Sam en las gradas, quien de tener unos pompones podría ser su porrista personal y nadie lo cuestionaría.

—¡Vamos, Danvers! —grita Sam y el eco del gimnasio vacío amplifica su voz, impulsando nuevamente a Kara hacia la cancha. Rodea los conos en zigzag botando a la vez el balón naranja y rugoso, corre tan rápido como puede, evitando los otros obstáculos en el campo para después llegar a la canasta, apuntar, lanzar y casi encestar. Bueno, su puntería no es lo más destacable, pero sí su velocidad. Y es lo que al final convence a la entrenadora de dejarla entrar al equipo, amenazándola con muchas, demasiadas, horas de entrenamiento por delante. Kara acepta sin rechistar, se siente motivada y la razón para ello es, sin duda, cuán ilusionada luce Sam. Quien en cuanto escucha decir a la entrenadora: Estás dentro, se lanza sobre ella, sin detenerse a escuchar los peros; rodeándola en un efusivo abrazo y la rubia nunca niega un abrazo.

—¡Bien hecho, Danvers! Te lo dije, eres fantástica, en mi prueba yo tiré como 5 conos y mírame: soy capitana —alega Sam eufórica.

—Bueno, pero sólo anote tres canastas —responde la rubia.

—No seas aguafiestas y déjame las canastas a mí —dice ella. —Ahora te voy a comprar toda la máquina expendedora si así lo quieres, porque te lo mereces número 15 del equipo de baloncesto —añade y su alegría le llena el pecho a Kara de una sensación caliente, reconfortante.

Kara se ducha mientras Sam consigue bocadillos y cuando vuelve la rubia está acostada en su cama con cara de cansancio máximo. En Midvale apenas hacía algo, está desacostumbrada a los deportes aun teniendo el organismo que tiene le costará adaptarse a entrenamientos como ese.

—Hey, no te duermas, seguiremos viendo Harry Potter y luego me explicarás la tarea de Geometría, porque somos amigas —dice Sam, saltando sobre su cama y aplastándola en el proceso, Kara la deja acomodarse sin emitir ninguna queja. Con el paso de los días ha ido acostumbrándose a la cercanía de Sam, quien es una persona demasiado física, cuando ven películas se mantiene todo el tiempo pegada a su cuerpo y a veces se recuesta sobre ella o sobre Lena, si está presente. La castaña está cómoda con quien es, no le importa cambiarse frente a Kara o acostarse a su lado o mirarla fijamente a los ojos. Todas esas son cosas normales para ella y con el tiempo lo van siendo para la rubia, quien le permite a Sam abrazarse a su cuerpo cuando le da sueño, porque además de todo Sam está obsesionada con el calor corporal de Kara y ella está empezando a creer que esa es una de las razones principales por la cual son amigas.

—¿Y Lena? —pregunta Kara, pues en los últimos días no la ha visto con tanta frecuencia.

Mmh, tenía club de ajedrez y luego iba a encontrarse con Andrea —responde Sam, arrancándole la cabeza a un osito de goma rojo.

—Ah —es la escueta respuesta de la rubia y Sam la observa con curiosidad.

—¿Pasa algo, rubia? —cuestiona con interés la castaña, recostando la cabeza en la almohada de Kara.

—Casi no la hemos visto estos días, nada más eso —dice.

—Bueno, es una mujer ocupada, tiene como 15 clubs y Andrea no para de buscarla para preguntarle las cosas más obvias, podría leer su guía introductoria, ¿no lo crees? Dios, es insoportable —comenta Sam.

—No sabía que te desagradaba Andrea —dice Kara con sorpresa.

—¿Bromeas? Aún no entiendo cómo ganó tanta popularidad —responde.

People can be goodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora