Tres

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Es viernes de la primera semana de clases y cuando Lena baja los últimos escalones después de haber asistido a su clase de Historia se ve rodeada de muchos grupos de chicas emocionadas, la mayoría sin sus sacos o con las camisas mal acomodadas tras pasar por un largo y agotador día de clases. En el aire se puede sentir esa energía pacífica, aunque también emocionante: es viernes y las chicas ya quieren salir de ahí. El internado les permite salir después de la comida, a las 4 de la tarde y el toque de queda es a las 22:30, suficiente tiempo para disfrutarlo fuera de ese lugar en el cual gastan todos sus días y que con el tiempo comienza a resultar aburrido.

Lena da vuelta hacia la izquierda, dirigiéndose al campo de futbol, donde Sam tiene su última clase los viernes: Educación Física. Cuando llega ahí su amiga ya la está esperando, tiene la ropa deportiva aún puesta, con su short negro de decorados verdes y su camiseta blanca con el escudo de la escuela, sus tenis para correr y sus calcetas blancas manchadas de pasto y tierra. Su piel se ve perlada por el sudor, levanta la mano para saludarla mientras le da un gran trago a su botella de agua, la cual se le escurre por la comisura de la boca y acaba limpiándola con el dorso de su mano, descuidadamente. Lena le sonríe.

—¿Cansada, Sam? —dice como saludo, mientras la castaña le lanza su maleta deportiva y recorre unos pocos pasos hasta alcanzarla

—Jamás —responde cuando llega a su altura. —¿A dónde iremos hoy? ¡Es viernes! —exclama emocionada, mientras Lena se cuelga de un hombro la maleta deportiva.

—No lo sé, tú odias cuando te llevo a la librería, pero hoy de verdad quiero ir, no empaqué uno de mis libros favoritos, necesito uno nuevo y nunca está demás revisar las novedades —comenta, poniéndose en marcha. Las otras chicas de la clase de Sam pasan a su lado, haciéndole gestos amistosos de vez en cuando, cualquier persona que conozca a la castaña conoce también a Lena y viceversa. Todas creen que están saliendo.

—No odiaría ir a la librería si tu género favorito no fuese ficción histórica, santo cielo, ¿podrías por lo menos leer Harry Potter? —se queja Sam.

—No siento especial interés por Harry Potter —alega Lena.

—¡Deberías! Hay magia y trenes y escobas voladoras y pociones y criaturas mágicas e historia —dice, poniendo especial énfasis en la parte final. —Mira hagamos un trato, tienes que practicar eso si vas a quedarte al mando de tu compañía millonaria ¿no? Si tú lees Harry Potter yo leo cualquier cosa de ficción histórica, es un trato justo, al menos para ti, yo corro el riesgo de morir de aburrimiento —propone la castaña con una sonrisa burlona.

—Ya te lo he dicho, Lex se quedará a cargo de la compañía, pero me parece bien, acepto —dice.

—Obviamente tendrás un puesto importante, cállate y sólo tengo una cláusula, tiene que ser de la misma extensión de Harry Potter, ni de chiste voy a leer 600 páginas de un evento histórico con dragones de por medio —advierte Sam y Lena la mira con indignación.

—Eso no está ni cerca de ser ficción histórica, pero ¡bien! Será tan largo como Harry Potter y mejor —dice con arrogancia.

—Como digas, Luthor —Sam sube los escalones primero, abriendo la puerta del edificio de dormitorios, se dirige a su habitación seguida de Lena y en cuanto llegan a la puerta la pelinegra le hace entrega de su bolsa.

—Te veo en quince minutos, no te demores en la ducha ¡ahorra el agua! —amenaza, dándose la media vuelta para ir a su propia habitación.

—¡Serán veinte! —le grita Sam antes de entrar.

Kara está sentada en su escritorio, escribiendo algo, le sonríe como boba a la pantalla.

—Hey, Danvers, ¿un novio? —pregunta Sam mientras se quita los tenis apoyada en su cama.

People can be goodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora