Diecisiete

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Un problema enorme. Kara camina con rapidez, repasando obsesivamente los sucesos recientes. ¿Sam es como ella? Imposible, ¿por qué nadie más lo sabe? O mejor aún ¿por qué nadie se lo ha dicho? Ni siquiera su primo y él debería saberlo, ¿no es así? Porque si Sam es como ella, si es exactamente igual, hay muchas cosas por considerar. Es un huracán de situaciones, todas ellas incontrolables, no es fácil acostumbrarse a tener habilidades extraordinarias (ser superfuerte es genial sólo una tercera parte del tiempo). Aún si su amiga lograse aprender a ser un alíen con una rapidez sorprendente, le quedaría el resto de su vida para vivir bajo la etiqueta de alíen, la cual no es precisamente la mejor para existir, no en este mundo al menos. Kara se da cuenta de que camina con la cabeza agachada demasiado tarde.

—Kara, eres como un tren —dice Lena sujetándole los brazos para detenerla después de haber chocado. —¿Por qué tienes cara de haber visto un fantasma? Soy un vampiro, Kara —alega intentando hacerla reír, la rubia le dedica una media sonrisa.

—Tenemos un problema, bueno más de uno, pero vamos por partes —responde y Lena cambia su expresión.

—¿Adiós 14 de febrero? —pregunta y Kara asiente.

—¿Estás diciéndome que Sam está haciendo la metamorfosis? —cuestiona después de escuchar a Kara divagar sobre sentidos amplificados, ritmos cardiacos e imposibilidades. Sam en conclusión.

—Probablemente sí —responde.

—Y eso no debería estar pasando —añade.

—No, quiero decir, no lo sé, pero eso no me pasó... aunque fue distinto —dice. —Sólo fue diferente para mí.

—Voy a preguntarlo —advierte Lena. —¿Por qué fue diferente? —inquiere, Kara le toma la mano y la arrastra a una de las bancas repartidas por los jardines de la escuela.

—Bien, sólo escucha, ¿de acuerdo? Preguntas al final —dice. —Llegué aquí con doce años, era bastante consciente de cuánto iban a cambiar las cosas, este planeta no era como el mío y podría hacer una cantidad sorprendente de cosas inimaginables, estaba preparada para ello, tan pronto puse un pie aquí comenzó a pasar —explica. —En cambio Sam lleva viviendo aquí toda su vida, no se supone que descubra sus poderes ahora, debió crecer con ellos, debieron presentarse tan pronto como ella existió y aunque fuera así, no hay más como nos... como yo —concluye.

—¿Por qué no hay más como tú? —pregunta Lena, Kara suspira.

—Porque mi planeta desapareció —dice.

—¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué? —pregunta y Kara la mira con algo parecido a la ternura en el rostro. —Lo siento, demasiadas preguntas —dice y la rubia asiente.

—El centro del planeta era también nuestra fuente de energía, fuimos desconsiderados y ambiciosos, esa fuente llegó a su límite —responde. —Y luego... —hace el gesto de explosión con su mano. —¡Pum!

—Lo siento mucho —dice Lena bajando la voz y Kara sólo le sonríe. No es la cosa más sencilla hablar de su planeta partiéndose en pedazos, pero tampoco es el momento para divagar en sus diversos traumas infantiles.

—Como sea, tenemos una Sam transformándose en... bueno, en algo —comenta.

Cuando llegan a la habitación descubren a Sam en medio de un sueño inquieto, se remueve en la cama constantemente y una cortina de sudor cruza su frente, de vez en cuando suelta un quejido. Debe estar teniendo una pesadilla.

—Está ardiendo —dice Lena tan pronto como se acerca a la castaña.

—¡Lo sé! —responde la rubia. —No tengo idea de qué pueda pasar después, ¿y si activa su visión calorífica? —pregunta con los ojos muy abiertos. —Eso sería un desastre, Lena.

People can be goodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora