Treinta y dos

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Kara se pasea ansiosamente por la alfombra de la habitación, sus calcetines podrían sacar chispas si siguiera haciéndolo. Lena la observa acostada sobre su cama, va a comenzar un nuevo recorrido cuando siente la mano ajena detenerla, suspira, calmándose. Luego se para en medio del espacio entre las dos camas sin darse cuenta. Lena le sonríe tranquilizadoramente.

—¿Planeas calmarte pronto? —inquiere.

—No —dice. —¿Recuerdas cuando dije que hacer el trabajo de biología por mi cuenta sonaba mejor? Me equivoqué, es un asco porque ahora deberé exponerlo frente a todo mi salón y se me da pésimo hablar frente a personas, me pondré nerviosa y voy a reprobar —explica.

—Desacelera, Kara —pide, ofreciéndole nuevamente su mano. —Oye vas a estar bien, ¿por qué no practicas conmigo? —propone, pasando el pulgar por los nudillos ajenos.

—Ni de chiste —Lena le frunce el ceño. —Uno, me pones nerviosa cuando me miras fijamente, dos, eres la mejor persona cuando se trata de hablar frente a multitudes, no hay punto de comparación —alega.

—Vamos, no te voy a juzgar, sólo te haré críticas constructivas —insiste. —Si quieres cierro los ojos.

—Mis compañeras no me van a tener piedad —devuelve Kara.

—Ahora sólo estás quejándote por quejarte —responde Lena. —Has pasado mucho tiempo con Sam, ¿ves? Mala influencia —Kara se ríe.

—¿Segura que quieres escuchar quince minutos sobre dominios naturales? —pregunta.

—Para mí sería un honor —responde. —Oye, ¿te das cuenta de cuán cerca está el verano? —inquiere Lena tan casualmente como puede.

—Sip.

—Y que tú vives en Midvale y yo en Irlanda.

—¿Qué quieres decir? —devuelve Kara, sentándose a la orilla de la cama.

—Que no podré visitarte y no nos veremos todo el verano y que aún debes pensar si quieres volver aquí el año siguiente —expone no porque ya lo tuviese preparado. Bueno, sí, por eso en realidad, no había dejado de pensar en ello el último mes.

—¿No nos veremos todo el verano? —pregunta Kara con esos ojos de cachorro suyos.

—Yo vivo en Irlanda y tú en Midvale —dice. —Además apuesto a que gasté mi cupo de viajes en avión para el resto del año —comenta. —Y tal vez ya tenga una agenda para todo el verano, porque soy una chica millonaria y mi madre no deja pasar las oportunidades de, ya sabes, cosas normales como clases de modales o de piano o de pintura —añade y Kara acentúa su puchero.

—¿Dices que pasarás el verano aprendiendo reglas de etiqueta en lugar de llamarme?

Lena se irgue en la cama, apoyando el mentón en el hombro de Kara. —No, aprenderé modales una hora antes del espacio libre en mi itinerario diario, o como yo le llamo: hora de Kara —dice. —Te llamaré todos los días, si eso quieres, obviamente, sólo quería dejarlo claro.

—¿Dejar claro...?

—Que tendremos una relación a distancia por dos meses y medio, por supuesto sólo si quieres tener una relación a distancia —devuelve.

Oh —dice, girándose sobre la cama para enfrentar sus miradas. —¿Por qué no querría? —Lena se ríe de alivio antes de arrastrarla entre sus brazos, Kara no se queja. Sam, como siempre, abre la puerta estruendosamente, en el último mes se ha dedicado a descubrir cuánta fuerza le hace falta para ser innecesariamente ruidosa pero evitando romper todo a su paso. Su técnica va perfeccionándose.

People can be goodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora