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“Cuando te vi conmigo la primera noche, supe que la penumbra a tu lado ya no tenía derroche.”

(...)

Nada más desayunar, Erick agarró el billete que Joel había dejado en el mueble de la entrada y lo deslizó bajo la puerta del mayor en su lecho. 

Erick realmente no lo quería. Había sido su invitación, no la de Joel. 

Zabdiel lo miraba como si quisiera saber todo lo ocurrido. Él debió suponer que Erick había hecho lo que ambos comentaron, aunque no de la forma en la que se desarrollaron los hechos. 

Ese día fueron a la feria de vuelta. Todos querían emborracharse otra vez con aguardiente y coñac, a las once de la mañana. Erick se rehusó a quejarse y los acompañó. 

Louis se quedó en casa. Cuando Erick fue a verlo antes de salir, el ojiazul le comentó que tenía algo de dolor de barriga porque le sentó mal la cena. Fue una verdadera trifulca convencer a Harry de que fuera a la feria y no se quedara para cuidarlo. 

—Uno para ti— murmuró Chris, dejando un pequeño vaso de licor café frente a él, negro como el corazón de un leviatán, dulce como los caramelos y fuerte como el demonio—. Todo tuyo, cielo. 

Erick solamente lo había probado una vez y, joder; todavía sentía su garganta resentida. 

El aroma era amargo y llameante. Pocos se atrevían a beberlo de un solo trago y los que lo hacían, ¿Tal vez terminaban en el hospital? Podría ser. 

—Por nosotros— comentó Richard, alzando su pequeña copita en alto. 

Ellos le dedicaron una sonrisa y chocaron sus copas en lo alto, dándole un trago amargo después. 

El día estaba despejado y soleado. No era excusa para liberarse de las chaquetas, pero quizás sí de mantenerse en la calle más tiempo del normal. El viento soplaba y hacía sonar los atrapasueños que decoraban las puertas de cada taberna, más quedaban olvidados bajo la música y el escándalo constante de la gente. 

Estuvieron ahí un par de horas. Tal vez dos o tres. Erick se levantó para ir al baño antes de marcharse de vuelta a casa. 

Caminó entre las mesas abarrotadas y entró al pequeño local, donde la gente se condensaba en la barra y se fusionaban entre sí para pedir más alcohol. Ahora entendía por qué se tardaba tanto en pedir estos últimos días… 

Fue hasta el baño y se colocó frente al último urinario. Había dos chicos ahí, que al verlo le regalaron una sonrisa y lo siguieron con la mirada. 

Y, ¿En serio? Solamente quería mear sin sentirse incómodo, por favor. 

Carraspeó su garganta y se metió en uno de los cubículos. Cerró con seguro y sacó el móvil de su bolsillo trasero. 

Justo cuando entró en el chat de Harry, la puerta azul y pintarrajeada del cubículo sonó con efusividad. 

—Hola, princesa, ¿Estás ahí?

“Ven al baño. Hay dos borrachos”, escribió con más relajación de la que debería. 

Erick hizo sus necesidades y estiró de la cadena. Uno de los chicos seguía comentando cosas en voz alta, que se entrelazaba con risas alcohólicas poco agradables. 

Tomó aire y abrió la puerta del baño, alzando una ceja con desgana cuando el moreno frente a él se humedeció los labios al mirarlo de arriba a abajo. 

—¿Se te ha perdido algo, amigo?— comentó, ladeando la cabeza. 

Se sentía algo más fuerte ahora que sabía que su otro amiguito se había marchado. 

Un reflejo del amanecer || Joerick Donde viven las historias. Descúbrelo ahora