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“Volver contigo es volver a casa”

(...)

“‘Un reflejo del amanecer’, el nuevo tema de Joel Pimentel, triunfa como número uno en más de cincuenta países.”

Erick leyó el titular en la pantalla de su teléfono y dibujó una sonrisa inconsciente en sus labios. Cuando el semáforo se puso en verde, deslizó el móvil al bolsillo de su abrigo y cruzó la calle. 

Su sonrisa no se evaporó, sino que se hizo más intensa al detectar la figura trajeada de Liam al otro lado. El manager sonreía enormemente, vestido con un tono crema y conjuntado con una gabardina que casi sobrepasaba sus rodillas. 

—Mi dulce amigo— le dijo Liam, abriendo sus brazos para estrecharlo entre ellos—. Siempre es bueno verte. 

Erick le devolvió el abrazo con fuerza. 

—Sabes que es mutuo, Liam. Gracias por acompañarme. 

—Claro que sí, Erick. No te iba a dejar solo por Los Angeles sin que conocieras la ciudad ni nada. 

—¡Deberías estar en Latinoamérica ahora mismo!— exclamó él, soltando una risita por medio—. Joel te echa mucho de menos. 

Liam le restó importancia con un gesto manual. 

—Sabe vivir sin mí. 

Ellos comenzaron a caminar juntos, entre las calles transitadas de la ciudad. El sonido de los vehículos provocaba que inconscientemente alzaras la voz al hablar. 

Erick llegó la noche anterior a Los Angeles. Vivió allí— esa misma mañana, en realidad— el estreno del nuevo single de Joel, con una videollamada junto al ojimiel. El mayor estaba demasiado nervioso y fue muy tierno desde su punto de vista. 

Pero ahora estaba frente a las oficinas de Associated Press, acompañado de Liam para que mirara junto a él su contrato y le ayudara con los que serían sus compañeros. Zayn les había comentado algunas cosas a través del teléfono, ya que él se encontraba en México con Joel. 

Era un edificio plateado, lleno de cristaleras que solamente reflejaban los rayos intensos del sol. No se veía absolutamente nada al otro lado, en ninguno de los— tenían que ser más de veinte pisos seguro— bloques que separaban la estructura moderna. En la cima, a un tono azul pastel, se veía un “AP” que simula el logo de la empresa. 

Ellos tuvieron que pasar un control de seguridad nada más penetrar en la puertas de cristal giratorio, como en los hoteles. El detector de metales fue compasivo con ellos, a pesar de que Liam llevaba un maldito reloj de dieciocho quilates afianzado a la muñeca izquierda. 

Liam, con una mano en su espalda alta, lo condujo hasta el mostrador principal. Una señora con gafas de molde mascaba chicle ruidosamente y tecleaba rauda sobre el teclado de un ordenador ancho. 

—Hola, buenos días— comentó, todo lo amable que pudo—. Me dijeron que preguntara por Thomas Elson. 

—Piso trece— le dijo ella, sin siquiera alzar la mirada. 

Erick miró a Liam, que lo sacó de ahí sin decir palabra alguna. Él estaba un poco desconcertado. 

—¿Eso no ha sido grosero?— preguntó. 

Liam se inclinó y presionó el botón de un ascensor. Había una fila ancha, de por lo menos diez ascensores en funcionamiento. Algunos empleados se agolpaban ahí, con cajas de café humeante o archivos desordenados entre los dedos. 

—Aprenderás que, hasta que no tengas un pase, te tratarán groseramente. 

—¿Tendré un pase? 

Un reflejo del amanecer || Joerick Donde viven las historias. Descúbrelo ahora