“No sé en qué momento dejé que fueras tan importante para mí.
Me siento encadenado a tu reír. Hechizado por esas piezas de luz que dejas al pasar por aquí.
Mi hogar es donde pueda encontrarte a ti.”(...)
Erick corrió por los pasillos desiertos de la universidad. El borde de los libros— que eran de segunda mano, a decir verdad— se clavó en sus costillas.
El asa de su mochila le caía por el hombro. No tenía tiempo para colocarla bien.
Cuando llegó a su clase, exhaló una bruma de respiraciones entrecortadas y se arqueó hacia delante para recuperar el hálito que las prisas le habían arrebatado.
Su profesor cruzó los brazos, apoyado en el umbral de la puerta de madera. Arqueó una ceja y chasqueó la lengua.
—Llega tarde, Señorito Colón.
Joder, si no se lo llega a decir Erick casi no se hubiera dado cuenta.
Le regaló una sonrisa falsa y le entregó su pase. El profesor se lo negó, lo que hizo que él frunciera el ceño.
—Hoy toca examen.
—Lo sé— aseguró, alzando los libros para que los viera—. Estaba estudiando en la biblioteca.
—Lo sabe— repitió el hombre. Su barbilla se alzó con prepotencia—. Y si lo sabe, ¿Dónde está su toga?
Y, ¡Santa mierda! ¿En serio?
—Yo la… la dejé en casa, yo… Olvidé que era obligat-...
—Sin toga no hay examen. Retírese.
Erick apoyó el peso de su cuerpo en la pierna izquierda.
—¿Lo estás diciendo de verdad? Es mi primer curso aquí. No puedes quitarme el derecho de hacer mi examen.
Su profesor arqueó su ceja más amenazador que antes.
—Retírese, o le suspendo el curso entero, Colón.
Su intención fue chillar y gritar y desgarrar su garganta con vocablos incoherentes sobre lo injusto que era todo, pero su profesor literalmente le cerró la puerta en la cara.
Parecía como si ese maldito infeliz hubiera estado esperando para recordarle lo desgraciado que era y después marcharse.
Erick gruñó con frustración y pensó seriamente en lo que hacer. Mirándolo por el lado positivo, ahora tenía una hora libre. No iría a casa. Sería una estupidez ir al apartamento cuando tendría que volver en poco más de una hora.
Siguió los pasillos ahora para llegar a la salida de la universidad. Los patios salteaban algunos alumnos bajo el rocío de noviembre, como gotitas desparramadas aquí o allá.
Erick siguió las baldosas de piedra que bordeaban el edificio. Caminó por el lado izquierdo, el lado de la hiedra. Desde cerca se podía observar el agua que se deslizaba por los tallos, recién regada por los servicios de mantenimiento.
Descubrió que en el lado izquierdo estaban unas enormes pistas de atletismo de color ocre, a las que se sumaban unas gradas grisáceas en ese momento desiertas. También había un campo de fútbol repleto de hierba artificial, que en esa ocasión estaba ocupado por los Timbers en un entrenamiento más. Tuvieron otro partido la semana pasada. Erick no fue a verlos, pero Zabdiel le contó que ganaron otra vez.
Se sentó en la baldosa y los miró a la distancia. Desde ahí podía apreciar incluso el sendero de nubes invisibles que transportaban la pasión por lo que hacían hasta él.
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Un reflejo del amanecer || Joerick
FanfictionErick acude a la mejor universidad de Portland en su último año estudiando periodismo. Allí descubre que Christopher Vélez tiene sonrisas eternas y es hijo de un cazatalentos mundialmente conocido, que Richard Camacho posee una inocencia desmedida y...