Erick estaba nervioso. Por favor, claro que lo estaba.
Se había puesto su mejor perfume, había hecho una videollamada con Louis para elegir su ropa y había buscado un consuelo inmediato en la voz aguda de Chris, cuando el de ojos avellana llamó como cada día para preguntar cómo iba todo.
Todo esto era nuevo para él. Mientras Joel sostenía su mano, vestido como un ángel y con unas enormes gafas de sol tapando su rostro— honestamente, Erick no sabía que todavía se hacían esos diseños estrafalarios y que, mucho menos, podían quedarle bien a alguien. Como siempre, Joel llegó y le sorprendió—. Su mayor preocupación parecía ser no caer rendido en el asiento del copiloto.
Salir de casa había sido algo complicado, sobre todo porque no les había sonado la alarma y habían tenido un problema con el agua caliente en la ducha. Erick no iba a admitir hasta qué punto se había reído al ver a Joel tratando de arreglar la caldera.
Ahora Joel conducía a su lado, en un flamante Lamborghini gris ceniza que le había quitado el aliento nada más verlo. Y él no era fanático de los coches, de verdad, pero si querían pasar desapercibidos con ese trasto lo iban a tener complicado.
—¿Quieres chillar a los cuatro vientos que la ardillita ha salido del árbol?— preguntó Erick cuando el acolchado asiento se moldeó a sus curvas.
—Pero sólo para ver a sus vecinos, gorrión.
—Te informo de que te has dejado el sentido del humor en casa.
Joel giró a mirarlo.
—No, amor. Tú eres el que se ha dejado el chiste.
Por supuesto que Erick se hizo el ofendido lo que restaba de camino.
La familia de Joel se estaba hospedando en una de sus casas, cerca de Santa Mónica y su conocido muelle de en sueño. Decían que habían muchas atracciones, con gente peculiar que se ganaba la vida con actividades todos los domingos.
Erick no comentó nada cuando una jodida mansión de tres plantas se postró dichosa frente a él, de fachada blanca y laterales con hiedra, con pilares cincelados a mano y una plaza de piedra justo frente la entrada, en donde destacaba una fuente con ángeles plateados y jarrones antiguos.
Tuvieron que detenerse frente a una puerta de hierro negro, que se abrió en cuanto Joel abrió la guantera y deslizó una especia de plaquita por un sensor eléctrico. Parecía que estuviera esperando por ellos, pues al abrirse Joel entró y aparcó al lado izquierdo, junto a otros coches más.
Erick bajó y se limitó a observar la cantidad descabellada de árboles inmensos por los alrededores. Podrían ocupar kilómetros de explanada vacía, que llevaba el nombre de Joel también. Daban una privacidad que el cantante solía demandar, así que Erick lo entendió.
Después de eso, Joel se colocó las gafas sobre la cabeza, reteniendo sus hebras azabache y deslizó un brazo por sus hombros. Lo guió cuando ambos pisaron la piedra grisácea de la pequeña placita, provocando una melodía propia con sus zapatos.
—¿Vives aquí?— le preguntó Erick.
—Es mi casa favorita de Los Ángeles. Tiene mucho espacio y es muy cálida. Tienes que ver la piscina, por la noche tiene lucecitas— contó mientras los dos subían los pequeños escalones del porche. Eran de mármol y brillaban cuando reflejaba el sol.
Antes de que pudiera abrir la puerta principal, Erick detuvo su mano y respiró profundamente.
—¿Estás seguro de que tu familia está ahí?
—Erick, llegaron hace dos días, amor. Sabemos que vendrían desde hace dos semanas.
—P-Pero y si...— bajó el todo de su voz. Erick se acercó y lo miró, completamente aterrado—. ¿Y si les caigo mal? ¿Qué pasa si piensan que soy un estúpido o… o piensan que no te merezco?
ESTÁS LEYENDO
Un reflejo del amanecer || Joerick
FanfictionErick acude a la mejor universidad de Portland en su último año estudiando periodismo. Allí descubre que Christopher Vélez tiene sonrisas eternas y es hijo de un cazatalentos mundialmente conocido, que Richard Camacho posee una inocencia desmedida y...