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“Sólo...
¿Qué vas a contarme esta noche?”


(...)


Erick había bajado a la playa con Joel tres veces más esa semana. 

Cuando la feria se terminó y dio paso al vacío del pueblo en sí, la paz y la tranquilidad llegó para ellos también. Sobre todo porque, bueno, una mañana encontraron una montaña de vómito en la puerta y no fue nada agradable escuchar como Christopher chillaba escandalizado y amenazaba con denunciar a quien hubiera sido. 

Sinceramente, Erick no quiere comentar cómo se liberaron de la masacre. Es demasiado desagradable. 

El caso es que después de eso se encontraba con un sensor en su propio interior, que anunciaba siempre a la hora indicada y que lo llevaba a través del bosque para sentarse durante horas a ver el romper de las olas, rodeado de silencio y una mantra de paz. Era cierto que algunas veces se encontraba a sí mismo hablando, mientras que otras era Joel el que le preguntaba. Pero no era Joel el que solía llenar de melodía el vacío. Joel no contaba absolutamente nada. Nunca. 

Erick se preguntaba, siempre que se despedía y se encaminaba al interior de la casa después de ver salir el sol; si Joel seguía sin confiar en él o por el contrario sí lo hacía. 

Porque si le preguntaban, Erick no sabría decir si Joel era o no su amigo. No había respuesta, de verdad. Y realmente él no sabía si eso era algo que habría que definir o simplemente llegaría con el tiempo. Pero jamás lo comentó con nadie. 

Hasta ese día, superficialmente. 

Erick estaba en el salón, sentado en el sofá con Chris frente a él. Los demás estaban en la piscina, porque ese día el sol radiaba y era brillante y dorado. 

Christopher estaba sin camiseta, mostrando sus tatuajes y su piel pálida. El reloj de diamantes lucía como un complemento a su alma, que conseguía cegarlo en cada movimiento hosco de muñeca que ejecutaba. Erick llevaba una camiseta negra de tirantes. Los dos se miraban amenazantes, con doce cartas en las manos y una partida a mitad. 

Chris exhaló una bruma de humo blanco y lo señaló con el índice, mientras la llama del cigarrillo subía hasta perderse en el ambiente como si estuviera olvidada. 

—Tengo tres reyes. Retírate, enano. 

—¿Quién crees que tiene el otro rey, cielo?— comentó él, alzando una ceja con prepotencia. 

—Dámelo, Er. Vas a perder, vamos, no alargues esto más tiempo. 

Erick frunció el ceño y se inclinó hacia delante, mirándolo amenazador. 

—Antes me lo como. 

Christopher soltó una carcajada que le hizo inclinar la cabeza hacia atrás. Erick sonrió con picardía y dejó escapar otra carta totalmente diferente. 

No iba a perder. Le faltaba una. Una sola y cerraría con el rey. Lo tenía todo estratégicamente pensado. 

—Jamás pensé que te fuera eso de humillarte...— le comentó Chris, cambiando sus cartas por una que acababa de robar. 

Un reflejo del amanecer || Joerick Donde viven las historias. Descúbrelo ahora