Capítulo 27

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     Leticia había estado tratando de llegar inútilmente hacia Albert y para ello había tenido que someterse al ruso ofreciéndose como prostituta en el poder judicial a fin de mantener a base de favores sexuales la tranquilidad de su padre en la carceleta y detengan el traslado lo más posible a una prisión .Por otro lado, ella procuraba hacerse de lujos a los que siempre estuvo acostumbrada apeándose a narcos y poderosos hombres vinculados a negocios sucios que por años habían siempre estado junto a su padre, a fin de no sentir que su vida ya había cambiado su condición de niña rica consentida.


     Se dejó besuquear entera y permitió que tipos extraños y ajenos la enloquecieran bajo los efluvios de estimulantes recorriéndola de palmo a palmo sin lograr penetrar su acorazado corazón, pues por sus paredes internas habían tantos nombres grabados de los cuales ninguno había significado nada para ella, pero permitió que todos disfrutaran de ella, hasta derramar la más exquisita miel, entre refinamientos y excentricidades propios de su rítmico vaivén. Algunas veces producto de sus anhelos y sentires;  imaginando que era Albert quien la sodomizaba y poseía esto más de una vez enfurecía a sus parejas sexuales y terminaban golpeándola enfurecidos.


     —¡Vístete perra!... Es una lástima que tengas una boca tan estúpida.


      —¡Te lo dije! ... contigo y con cualquiera ... sólo polvo casual, yo sólo tengo un deseo que sólo se apagará el día que Albert apague mi sed con su cuerpo.


     —Esto es para que se lo lleves al 309 de Javier Prado, ve en vestido y sin interiores, así le facilitas el trabajo de sacártelos. Yo voy a ver como anda esto. —Comenta el hombre de cabellos negros colocando una laptop sobre su escritorio mientras se terminaba de abrocharse los botones y sube los pantalones rápidamente.


     —¿No te parece exagerado movilizar a tantos hombres para silenciar a un imbécil? —hablaba Leticia con el ceño fruncido, tratando de mantener la calma frente al hombre de cabellos oscuros, piel pálida, rostro fino, medianamente atractivo, pero que con sus elegantes vestimentas ayudaban a levantar la atención en él. Un traje negro e impecable sin ninguna arruga, ataviado de unos gemelos de diamantes, su inseparable pañuelo y siempre su usual camisa blanca.


     —Tranquila, todo está marchando bien. Te dije que lo dejaras en mis manos, ¡todo marcha de maravillas preciosa! —Comenta el hombre de cabellos oscuros.


     —Ya hablé con tu hombre, una falla más y tú y tu organización se van a la mierda.


     —Los tenemos donde queremos, pero no podemos hacer movimientos que delaten la organización, tu padre fue claro y precisó que no quería muerto a Albert Contreras, él pidió que te lo entregáramos envuelto y con moño incluido. Y así será. Aunque no le veo la gracia a ese ... es un cretino incorruptible.


     —Será lo que quieras pero tiene lo que yo quiero. Y si sabe que estoy implicada no tendré oportunidad con él. Lo sabes bien. —Exponía Leticia, comiéndose su cólera, pues la organización a la que ella tenía que continuar obedeciendo por disposición de su padre la obligaba a ingresar información a los nuevos integrantes corruptos del ministerio de justicia. Y sólo obedecía porque recibía muy buen dinero, y más si satisfacían sus apetitos sexuales.


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ÁNGEL O DEMONIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora