Capítulo 28

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CAPÍTULO 28


     —¿Qué haces Albert? —Comenta Marcelo receloso viéndolo actuar extrañamente desde hacía casi una hora, encargando una y otra cosa, yendo y viniendo de uno a otro lado observando su teléfono, murmurando solo...


     — Nada, hermano, ¿es que no me has visto en acción? acaso —Comentaba Albert con una sonrisa fingida.


     —Ejejey, bro, yo te conozco como si te hubiera parido y esa carita de misterio dice que te estas queriendo meter en la boca del lobo. Y ya me di cuenta que dejaste a Ellen fuera de combate en una y eso no se vale, apenas se despierte te va a exprimir por jilipollas. Aquí entre hombres dime ¿qué rayos quieres hacer?, y no me dejes fuera porque juro que te parto el culo de una zurra, como todo niño berrinchudo ¡Piensa Albert ! Esa mujer está buscando tus cinco minutos de idiotez para lanzarse encima tuyo y tu ¡Pedazo de mierda! piensas servirte en bandeja. Y no me mires así, que yo puedo perfectamente escanear esa nuez que Ellen te ha dejado por cerebro. ¡Enamorado eres un perfecto imbécil!. —Rezongaba Marcelo con autoridad.


     —¡Esta bien, me doy por vencido! les diré lo que estoy pensando hacer en breve y no me digan que lo impedirán porque ya estoy harto de tener que escondernos. ¡Mierda, los que transgreden son ellos, no nosotros!


     Luego de una larga conversación donde pensaban en los pormenores, Silvio hizo una llamada a Gladys, la chica del FBI y junto a Silvio y el francotirador fueron hasta la zona de restaurantes caminando y vestidos casualmente.

.....


En el lado oeste de la ciudad:...


     Encendió el cigarrillo y lo llevó a su boca, analizando despreocupadamente una fotografía que llevaba en el bolsillo de la chaqueta frente a un edificio de casi 14 pisos. El hombre castaño que acababa de descender de un Koenigsegg CCXR Trevita. De nada menos 4,8 millones de dólares según lo estimaba, pues Mario al ser aficionado a coleccionar autitos de lujo a escala sabía de modelos y de historia de éstos. Y precisamente éste era un modelo de auto del que sólo se han producido dos unidades en el mundo. Lo cual permitía adivinar que Leticia sólo se movía en entre piernas lujosas y ese hombre castaño que desvergonzadamente le había agarrado el culo bajo su minúscula minifalda, en plena vía pública no era alguien cualquiera. Y eso le llamó mucho la atención.


     Mario llevaba algunos días tratando de seguir a Leticia como loco, pero sólo había podido averiguar que ya no se quedaba en su mansión y que solía trasladarse desde el juzgado a direcciones alejadas, pero nunca las mismas, y en esas direcciones siempre llegaba finamente ataviada, con escotes pronunciados que no dejaban mucho a la imaginación cuando ingresaba, aunque salía algunas veces con el peinado deshecho o con la ropa hecha jirones, rápidamente a su auto y salía muy aprisa. Lo curioso es que siempre en estas últimas dos semanas las visitas eran siempre después de visitar el juzgado, no antes. Debido a ello Mario presumía que Leticia se había dedicado al oficio más viejo del mundo. Pero desconocía las circunstancias, incluso algunas veces la había observado caminar en lugares un tanto extraños que no coincidían con las fotografías de los tipos que se creía estaban implicados en el asunto del juez.


     Casi ya no paraba por el bufete, y de aspirante de abogado parecía más bien aspirante a detective privado o a agente secreto. En su afán de colaborar con Albert como secretamente habían pactado para no levantar más revuelos. Mario andaba estas últimas dos semanas detrás de taxis, en bicicleta o como transeúnte casual. Y hasta el momento tenía una libreta con direcciones diferentes que sospechaba servirían de conexión a algo, pues luego de ir al poder judicial diariamente a dejar correspondencia para no levantar sospechas de su presencia, podía quedarse a husmear sigilosamente o a enamorar a las secretarias y tener excusa de no llamar mucho la atención. Por ello sabía que en el poder judicial habían dos únicas oficinas en donde siempre ingresaba Leticia; una era la del juez y la otra la de el fiscal supremo. Ambos hombres de máxima jerarquía en el poder judicial. Hombres de temer si es que ellos eran el enemigo de Albert.

ÁNGEL O DEMONIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora