Capítulo 24

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     —¿Silvio que tanto llevas en esa bolsita que tienes en la mano?


     —Que va a ser, mis medicinas, ya las tenía todas en la mesita, no las iba a dejar, además me traje la historia clínica que tenía al pie de mi cama, todo eso es lo que llevo conmigo y claro un vasito de café como souvenir por la hospitalaria atención. La verdad aunque andaba con el trasero al aire esa bata médica es más cómoda que esto que me conseguiste, no es mi talla y me ajusta un poco la pierna herida. Además creo que estoy estrangulando a mi descendencia con estos pantaloncitos.


     —Yo si no tengo problema con el traje, Carlos siempre sabe que tallas uso, y estoy muy cómodo con esto.


     —Naa, lo que pasa es que las tienes chiquitas y por eso te sobra mucho espacio.


     —Mira potencio, Prescott, menos cháchara y veamos a donde vamos, porque no nos podemos aparecer con la ambulancia a la casa y si están aún buscándonos por las cámaras sabrán que una de las ambulancias salió misteriosamente sin ninguna orden. Y si sumas dos más dos rápidamente estaremos monitoreados, porque has de saber que estas unidades están más que rastreadas por todas partes.


     —Ya, ya, ya no me hagan hablar, pero el más guapo de todos ustedes soy yo, lo que pasa es que son una tira de envidiosos, empezando por Albert y les siguen todos ustedes. —Comentaba Silvio mientras revisaba curioso una guía de calles de la guantera de la ambulancia.


     —Y decisiones a donde nos dirigimos, no podemos parar la ambulancia así como así en cualquier parte sin llamar la atención. —Decía Mario a Clemente en voz alta.


     —Ya lo tengo, sigue de frente y a tres cuadras encontrarás un parque y allí hay muchos cafés, ubica alguno abierto y descendemos todos, antes llama a la central con ese aparatito que tienes a tu izquierda y reporta que encontraste la ambulancia sin pasajeros y allí nos quedamos todos, nos metemos al café ese, llamamos a los chicos y que nos vengan a recoger, más sencillo no se puede. ¿cierto?


     —No parece una mala idea, Silvio, parece que la bala te reordenó las neuronas que tenías desconectadas. —Comentaba Albert con sorna.


Minutos más tarde los cinco amigos descendían frente a un café estacionando la ambulancia a un lado del mismo, sin llamar la atención y con la más completa naturalidad del mundo.


     —Señorita cinco cafés, por favor, y cinco de esos pastelitos ricos que me dijeron que preparan aquí, y no me defraude que me recomendaron su café porque dicen que aquí hay unas señoritas muy lindas y sirven el café más delicioso del mundo contorneado las caderas para los docs muy buena onda como nosotros.


     —Enseguida doctor.


     —Estaremos en la mesa del fondo, estamos medio cansaditos de la rutina de hoy.


     —Doctor, ¿desea su café y el de sus colegas con crema? o ¿cómo se los sirvo?


     —Sorpréndenos princesa, de ti recibo lo que tus preciosas manos nos brinden así sea cicuta. Para morir. ¿Sabe qué princesa'; ahora entiendo por qué mis colegas dicen que éste es un lugar divino, acabo de darme cuenta que aquí las señoritas son como la fluoxetina que nos despolariza cuando estamos deprimidos, y por la manera en la que clavas tu pigmentaria iris miel en mi retina, Vaya que mis colegas y yo acabamos de encontrar la respuesta a que es sinapsis. Sinapsis eres tú, porque eres perfecta, incluso, para liberar de forma divertida y elevada el guanosín monofosfato cíclico. ¡Olé! eso si que es un desarrollo y lo demás son tonterías. Mientras clavas en mi retina tu pigmentario azul del iris. —Comentó Silvio mientras se sentaba en la esquina de el fondo junto a sus cuatro amigos.

ÁNGEL O DEMONIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora