XXIV. ¿Chico hetero?

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Marcos había leído tantas veces los mensajes de Cristián que incluso se los sabía de memoria.

“Hola. Quizá te extrañe que te escriba. Quiero disculparme por mi actitud y mis palabras del otro día. Estuvo completamente fuera de lugar. En mi defensa, realmente me sorprendió. El problema no eres tú, ya sé que suena cliché. No hay nada malo contigo, no es tu culpa ser hombre. Es decir, yo también lo soy. Quizá ese sea el verdadero problema. No sé. Lo que intento decir es que yo buscaba una mujer, necesito una cita para la boda de mi hermana y... Soy idiota, eso ya lo sabes, no tengo que decírtelo. Te lo demostré en el café. Pero soy el tipo de idiota que se equivoca y pone en intereses "Hombre" creyendo que se refería a mí. Nunca busqué conocer a un chico, así que me sorprendió que tú lo fueras. Pero lo que tuvimos...es decir, las conversaciones, me refiero las conversaciones, esas fueron reales. Me caes bien y sé que te gusto, lo dijiste antes, pero te referías a algo diferente. Lo sé. Como amigos o algo así. Y creo que ser hombres ambos no nos impide serlo. ¿Recuerdas que te dije al inicio, que sólo buscaba alguien para conversar? Eso sigue en pie.”

Después preguntaba si podían ser amigos.

Pero lo peor –o lo mejor; no podía decidirse– era el final: “Sé que soy un idiota, pero no me gustaría perderte”.

Y probablemente él era más idiota todavía por estar considerando decirle que sí.

¿Y es que por qué, a pesar de todo, seguía causándole tanta ternura la torpeza de Cristián?

Debería odiarlo, bloquearlo y olvidarlo... Pero no podía. No era tan fácil.



* * * * *


Mar, Marcos, solía contestar siempre rápido. No como él que a veces se olvidaba de responder durante horas o incluso días. En ocasiones pensaba que ya había respondido para después darse cuenta que nunca lo había hecho. O se decía “en un momento” y eso se convertía en casi todo el día.

Pero no Mar, ella... Él, él casi siempre respondía al instante. Así que la ausencia de respuesta ya decía mucho.

Y no podía evitar esa horrible sensación en su estómago al pensar que la... Agh. Lo había perdido.

Pensó en escribir, algo que seguramente no se publicaría porque ahora lo tendrían más vigilado, pero no se sentía con ánimos suficientes para hacerlo. Y es que para escribir hay que sentir cada letra, que cada palabra venga de tu corazón, meterte tanto en lo que la tinta está diciéndole al papel que tus gestos lo imitan. Y ahora mismo su corazón no estaba ni siquiera con él.

En alguna ocasión él había leído algo sobre el olvido. Decía que no es dejar de recordar, no es pretender ser amnésico al respecto, no es como tener Alzheimer; el olvido es un espectro del recuerdo, uno en el que simplemente aceptas que eso ya lo perdiste.

Pero él no podía obligarse a aceptar que había perdido a Mar.

Que nunca volverían a hablar, que no habría más sonrisas como cuando una invitación a salir se convirtió en una charla sobre asesinos seriales, que su ser no estaría en paz con sólo saber que había alguien esperando por él... aunque fuera al otro lado de la pantalla.

No sabía si algún día estaría conforme con la idea de nunca volver a verl...o.

¿Y por qué demonios se sentía así?

Se odiaba a sí mismo por no entender la revolución de emociones que ahora mismo lo llenaban.

Al anochecer empezó a perder la esperanza.

Hay un gay en líneaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora