XXXIII. Novio mío

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—¿Rude, eres gay?

—Qué directo. No, no soy gay.

—Así que... ¿Hetero?

Después de una carcajada y una sonrisa coqueta que iluminó sus ojos, Rude contestó: —No dije eso.

Marcos sonrió también. No entendía por qué estaba actuando así. Negó y apartó la mirada, pero podía sentir los ojos de Rude sobre él, así que terminó regresando a su rostro. —Me gustan —dijo, señalándolos.

Rude sonrió, fue una sonrisa diferente. Una más discreta y sincera. —Gracias. No son muy especiales...

—¡Qué dices! —Marcos ni siquiera lo dejó terminar—. Son como oro líquido, o una mezcla entre ámbar y miel. Son preciosos y resalta tu piel morena. No como esto —señaló los suyos—, sólo marrón.

La expresión de Rude se volvió molesta. —No hables así de ti. Hay que aprender a amarnos tal cual somos. A veces es difícil, sobre todo porque la industria y la sociedad insisten en vendernos la imagen de la "perfección", esa a la que todos deberíamos aspirar. Y los ojos más deseados suelen ser con tonalidades verdes y azules. Pero es sólo eso, Mar, una imagen. El color de tus ojos o tu piel no te define ni te hace menos o más bello...

Marcos mordió su labio inferior, sintiéndose regañado. Bajó la mirada porque no supo qué decir, pero el pulgar de Rude bajo su barbilla lo hizo levantar el rostro de nuevo. Esos ojos de miel le impidieron mirar a cualquier otro lugar: —Y tú eres bello, hombre. No puedes no saberlo. Y si no lo sabías, te lo digo ahora y las veces que sean necesarias.

Marcos sintió que se quedaba un poco sin aliento. No parecía que Rude le estuviera coqueteando –aunque no podía asegurarlo al 100%–, sino más bien señalando algo que realmente creía.

Sus mejillas se encendieron y Rude le dio una sonrisa torcida antes de soltarlo. —Gracias —tuvo que aclarar su garganta cuando se dio cuenta que su voz era sólo un susurro—. Gracias —repitió, con más firmeza—. Aunque la belleza es subjetiva. Y, además, te vi mirar a Sasha con mucha atención.

Rude negó, aprovechó para hacerle una seña a un mesero para pedirle la carta y sonrió un poco cuando el chico asintió varias veces y casi tropezó en su intento por hacerlo rápido. —¿Seguimos con los estereotipos? Debo decir que esperaba más de ti, Marcos.

Auch. Ese "Marcos" dolió un poco.

Marcos gimió y golpeó su frente contra la mesa. Luego volvió a mirarlo. —Lo siento. Generalmente no soy así. No sé qué me pasa hoy. Creo que mi cerebro decidió irse de vacaciones justo cuando quería darle una buena impresión a mi antiguo crush —sus ojos se abrieron enormes cuando se dio cuenta que lo acaba de decir en voz alta. Consideró muy seriamente huir en ese momento, ya podría contactar a otro chico para el reto, y justamente en ese momento el mesero dejó las cartas. Era la oportunidad perfecta, pero la mano de Rude tomó firmemente la suya mientras agradecía al chico que casi se derrite en un charco frente a él.

—¿Crush? —preguntó Rude, cuando el pobre chico se alejó después de tartamudear que les daría un momento para elegir.

Marcos carraspeó y volvió a sentirse un poco como él mismo. Enderezó su postura, su espalda lo más recta posible y levantó su barbilla. Él no iba a avergonzarse por esto. No era así. —Antiguo crush —dijo, remarcando la primera palabra.

Los labios de Rude se fruncieron, como si intentara no sonreír. —Bueno —dijo, echándose para atrás y soltando su mano—, eso no me lo esperaba tampoco.

—¡Ay, por favor! Si eres todo... Todo... —Marcos lo señaló de arriba abajo con ambas manos—. Tú. Masculino. Salvaje. Rudo.

Rude se rio a carcajadas, una risa profunda que provocaba escalofríos, echando su cabeza para atrás y dejando al descubierto una nuez fuertemente marcada y afilada que ciertamente invitaba al pecado.

Hay un gay en líneaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora