Me gustaba demasiado el poder pasar las navidades con mis padres aunque desde un tiempo acá debía hacerlo en tiempos separados pero hubo un tiempo en que realmente éramos una gran familia pasando navidad.
Cuando desperté me estiré unos segundos antes de sentarme en mi cama viendo a mi alrededor, mi cuarto estaba prácticamente como lo había dejado aunque pude notar que algunas cosas no estaban en su lugar aunque aquello no me molestaba demasiado e incluso alcancé a escuchar las voces de mi madre y mi abuela, quienes parecían discutir por el desayuno así que decido levantarme tomando ropa limpia para darme una ducha rápida.
Al bajar los escalones me di unos segundos para verlas antes de que notaran mi presencia, eran bastante parecidas entre ellas con el cabello castaño tan oscuro que podría pasar por azabache en ciertas ocasiones además de los ojos verdes que brillaban dependiendo de la luz además de que su piel de un tono de piel moreno claro y mi mamá podría ser casi una modelo si quisiera pero, a diferencia de ellas, mi piel era bastante pálida tanto que mi madre se burlaba de que conmigo era más fácil ponerme una intravenosa sin necesidad de una ligadura al brazo, mi cabello era castaño claro y que mis ojos eran de color ambar con un toque ligerisímo de verde además de que era tan delgada que a veces la gente creía que tenía algún trastorno alimenticio.
—Nari —pronuncia mi abuela al notar mi presencia a la vez que se acercaba para darme un abrazo—. Me alegra mucho verte de nuevo.
—Extrañaba que me llamaras así.
Nari era un juego de letras de mi nombre el cual era Haerin, un nombre bastante inusual pero que a mi madre le gustó en cuanto lo escucho estando en Estados Unidos y decidiendo ponérselo a su hija.
—Estás demasiado delgada, querida —me mira al separarse—. Ven a comer, preparé tu comida favorita.
—Siempre dices lo mismo cuando ella regresa —le riñe mi madre desde el comedor.
—Y siempre tengo razón.
—No te preocupes. Comeré todo lo que me des —respondí con una sonrisa.
Franco se unió segundos después para comer aunque estaba preguntando por cómo me estaba yendo en la universidad y esperando que a mis amigas les gustase los regalos que les hicieron. De los 14 días que tenía para las vacaciones usaba 6 en cada visita para regresar con dos días de antelación a la universidad haciendo que cada segundo valiera la pena y demostrando nuevamente que era la mejor a la hora de armar algún rompecabezas con mi madre quien normalmente se estresaba y me dejaba hacer todo el trabajo para que al final fuera Franco quien me ayudara a pegarlo en una de las paredes de mi cuarto.
—Si sigues así no tendremos más espacio para ponerlos —comenta viendo mi cuarto.
—Siempre podemos seguir con otra pared de la casa —respondí con una sonrisa.
El tiempo que pasaba con ellos realmente lo apreciaba e incluso tuve que tomar prestada una maleta de Franco para poder guardar los regalos que habían dejado para mis amigas e incluso ahora traía puesto el suéter que mi abuela me había tejido y el cual agradecía tener ya que las temperaturas seguían siendo bastantes frías.
—¿Segura que no quieres ir en avión? —me pregunta mi madre sin soltarme y haciendo notar su preocupación por mí—. Sería más rápido.
—No te preocupes.
—Haerin va estar bien, además nos va a ir avisando —interrumpe él volteando a verme—. ¿cierto?
—Sabes que sí, segundo papá.
Aquello lo hizo reír demasiado, desde que lo conocí lo llegué a llamar de esa forma y él nunca hizo el intento de corregirme así que me permití llamarlo de esa forma siempre que lo veía.
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Cuando escriba tu historia.
RomantikUna cafetería en Amsterdam fue donde lo vi por primera vez y aquella aura fría atrajo mi mirada imposible de quitarme la imagen de aquel sujeto, semanas después lo volvería a ver como maestro de escritura creativa en nuestra universidad con la oport...