Capítulo XXX

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El domingo no pude ver a Haerin en todo el día y cuando finalmente la vi en la clase al día siguiente parecía demasiado cansada e incluso distraída. Aunque estaba seguro que fue al hospital probablemente por algún problema con sus resultados pero no dijo nada en absoluto.

-¿Millaen no debía estar también en la junta? -pregunté con fingido desinterés acomodando mis cosas-. Son asuntos que también la implican.

-Me avisó de que llegaría tarde -respondió Aiden rápido, tratando de evitar algún regaño-. Pero le notificaré todos los acuerdos.

-Antes de que regresen a sus trabajos tengo un último anuncio -hablo el jefe levantándose para ver a todos los presentes-. He sido notificado de que hay un sujeto acosando a las mujeres en la noche, así que no salgan tan tarde del trabajo, vayan en grupos y manténganse en contacto. Por favor.

Después de la reunión y el aviso llegó finalmente Haerin con la respiración agitada y caminando rápido para dejar sus cosas en su escritorio antes de tomar la lista de deberes que estaba pegada sobre el monitor de su computadora tomándose unos segundos para leerla antes volverla a dejar en su lugar y comenzar a hacerlas pero sólo por un segundo Aiden se acercó a ella, supuse que para decirle sobre la reunión de hoy así que decidí comenzar a leer los proyectos pendientes sin poder evitar seguirla con la mirada cuando entraba en mi rango de visión haciendo que volviera leer varias veces los mismos párrafos ya que no podía concentrarme logrando que me quejara con pesadez.

-Creo que lo mejor es que salgas temprano hoy -murmuró Tina dejando una taza de café en mi escritorio-. No te ves bien y estás asustando a todos.

-No han sido días tranquilos - comenté tomando la taza y dando un sorbo-. ¿Qué tal tú? ¿Todo bien con el divorcio?

No pudo evitar hacer una mueca de desagrado al escuchar mi pregunta, su divorcio era algo de lo que se quejó demasiado con la mayoría de los empleados. Más que nada porque su marido la engañó con una de sus amigas así que ahora estaban en batalla legal.

-Ese bastardo -gruñó molesta entre dientes-. Es más fácil que busque a alguien para desaparecerlo que lograr que firme el divorcio.

-Si, pero así no perderás dinero -miré detrás de ella al notar que ya se estaba levantando de su escritorio y caminando hacia el elevador-. Creo que será mejor que si salga temprano.

-De acuerdo. Ve y toma una buena botella de cerveza.


Oprimo el botón del elevador mirando la pantalla que indicaba los pisos antes de cerrarme la chamarra en un intento de conservar el poco calor que podía generar además de frotar mis manos.

-No has ido a casa -escuché una voz susurrando cerca de mi oído haciendo que volteara sorprendida.

-¡Demonios, Eclis! -estaba más que sorprendida por no haber notado su presencia y lo único que hice fue mirar a mi alrededor antes de contestar-: Lo siento, he estado un poco ocupada y decidí quedarme a dormir en la universidad.

Cuando las puertas se abrieron ambos entramos y mientras yo presionaba el botón de la planta baja, su mano tomó la mía para que también presionara el botón del sótano.

-Tienes las manos heladas.

-Lo siento -me disculpé rápido tirando de las mangas del suéter para cubrirlas.

-Ponte esto mejor -comenta con desinterés poniendo la bufanda en mis manos-. Hace frío afuera y pareciera como si fueras a morir de hipotermia.

-Gracias -sonrío ligeramente pero sin ponérmela.

Él deja escapar un suspiro antes de tomarla de mis manos para pasármela por el cuello acomodándola con cierto cuidado.

-¿Y hoy irás a casa? -preguntó con cierta cautela.

Cuando escriba tu historia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora