Capítulo XXII

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Las palabras parecían flotar frente a mí así que no pude evitar suspirar con cierta molestia antes de dejar el lápiz de lado y terminar acostándome sobre la libreta sintiendo que si seguía en esa posición podría quedar dormida. Durante toda la mañana había estado intentando aprender la letra de la canción pero simplemente no podía pronunciarla de la forma correcta además de que no podía concentrarme en absoluto, lo que hacía todo esto peor ya que tenía el tiempo demasiado dividido así que debía aprenderme bien esta canción para proceder con el resto de los ensayos.

—Haerin, ¿entendiste? —escuché a Jun preguntar.

Alcé la mirada para intentar concentrarme en lo que había estado escribiendo en el pequeño pizarrón que teníamos en el cuarto pero ni siquiera podía conseguir que mi cerebro recordara lo que estuvimos viendo por varios segundos pero al no lograrlo gruñí.

—¿Qué tienes, Haru? —pregunta Kris acercándose para verme fijo por varios segundos—. Estás algo pálida —su mano vuela para ponerse en mi frente tratando de averiguar si tenía fiebre o no mientras yo me quedaba en mi posición aún sabiendo que había un termómetro justo a mi lado pero como era algo que ella tendía a hacer, simplemente la dejaba hacerlo.

—Estoy bien, sólo que no pude dormir bien en la noche —respondí finalmente tras varios segundos estirándome.

—¿Por qué? ¿Sucedió algo?

Volteo a ver a Kris quien tras asegurarse de que estaba bien continuó sacando sus cuadernos para dejarlos en su escritorio aunque podía notar como esperaba una respuesta. La miré fijamente por unos instantes, no pude dormir porque descubrí que vivo en la casa con quien es mi jefe y profesor, pienso en mí y sabiendo que si lo decía en voz alta sería una verdadera locura.

—Nada, sólo que no he podido dormir —respondí en cambio antes de volverme a concentrar en mi cuaderno—. Sigue, Jun.

Aunque mis palabras no parecieron convencerlas, no quisieron seguir intentando pero es que no sabía cómo decirles la situación y prácticamente esa noche terminé corriendo hacia mi habitación para cerrar la puerta con fuerza con el rostro bastante sonrojado y el corazón acelerado, e incluso ahora mismo no podía quitarme la imagen de Eclis Meyer semidesnudo frente a mí. No había logrado dormir ni un poco por ello e incluso terminé saliendo de la casa demasiado temprano creyendo que correr hasta que las piernas me dolieran y los pulmones me pidieran detenerme para tomar aire haría que pudiera olvidarme de todo eso pero no fue como quería e incluso para evitar encontrarme con él terminé quedándome el fin de semana en la residencia pero no era como si pudiera evitarlo para siempre así que el lunes traté de tener un perfil bajo en la editorial tomando casi todas las tareas que eran asignadas fuera del escritorio para poner cierta distancia entre ambos.

—Haerin, ¿podrías llevar esto a la imprenta? —pregunta Ayla, una de las editoras, entregándome un folder—. Es urgente.

Asiento caminando hacia mi escritorio para tomar mi abrigo junto con mi bolsa para caminar hacia el elevador buscando en mi celular la forma más rápida de llegar a la imprenta, en cuanto las puertas se iban a cerrar una mano la detuvo y cuando volvieron a abrirlas no pude evitar bajar la mirada ligeramente nerviosa de su presencia sintiendo los segundos largos así que cuando finalmente llegamos a la planta baja incline la cabeza a forma de saludo, más que nada una costumbre aprendida por Jun, antes de salir de ahí.

Mi plan era pedir un taxi, lo que lo haría más rápido ya que había considerado ir caminando pero sabía que tardaría más así que tenía que rendirme con pagar el taxi pero antes de que pudiera detener alguno, una camioneta se para frente a mí y la ventana del copiloto bajó haciendo que volviera a verlo.

—Sube —ordeno con voz firme.

—No, gracias —respondí con cierto nerviosismo—. Tomaré un taxi.

—Sube —repitió pero al verme dudar suspiro con fuerza—. Tengo asuntos que atender en la imprenta, ¿vienes o no?

Miré a mi alrededor casi como si esperara que alguien más dijera que me llevaba pero como no fue así me rendí y subí a la camioneta bajando aún más la ventana para poder sentir más el aire.

—Gracias por llevarme —hablé en voz baja.

—Sólo lo hago porque vamos en la misma dirección.

Me muerdo el labio para no decir más y no empeorar la situación además de que me di cuenta de que la imprenta estaba más lejos de lo que tenía previsto así que definitivamente me habría tardado en llegar.






La miro de reojo notando como movía la pierna y pude notar que ella no se daba cuenta de que lo estaba haciendo, mi primer instinto era extender la mano para que dejara de hacerlo pero decidí aferrarme al volante para evitar hacer una estupidez. Después de verla el viernes por la noche terminé revisando el correo que le había mandado a Klaus notando que realmente la había escogido para compartir mi departamento con ella.

—Entonces, ¿ahora vives en mi departamento? —pregunté con fingido desinterés y haciendo que ella volteara a verme por un segundo antes de desviar la mirada—. Y parece que le caes bien a mi gato. Normalmente no es tan agradable con las personas.

—Tiendo a gustarle más a los animales que a las personas —respondió tras unos segundos de silencio—. Espero que no le moleste mi presencia, profesor.

—Eclis —la corregí rápido.

—¿Disculpa?

—Ahora mismo estamos trabajando, no en la escuela así que no creo que sea necesario decirme profesor —expliqué además de que agregué—: además ya me has visto semi desnudo así que creo que podremos saltarnos las formalidades.

Pude notar como el rubor cubrió de manera casi instantánea su rostro así que en cuanto nos estacionamos ella bajó rápido con una inclinación de cabeza antes de correr hacia la oficina de la imprenta mientras yo me recargaba en la camioneta notando como uno de los empleados se acercaba a mí.

—Señor Meyer, ¿está todo bien? —pregunta con una sonrisa—. ¿Hay algún problema con algún libro?

—No. Ninguno.

Pude ver su confusión y era entendible porque yo casi no venía a menos que fuera una situación grave con algún libro como un problema con la impresión así que era de esperarse que se viera nervioso, y se quedó junto a mí por varios segundos como esperando a que revelara mis verdaderos motivos para estar ahí pero cuando pareció seguro de que todo estaba bien volvió adentro justo al momento en que Haerin salía de nuevo. Esta vez, al ver que le abría la puerta no dudó demasiado en subir pero era demasiado reconocible lo nerviosa que seguía estando y aquello me hacía querer molestarla más pero decidí darle tregua por esa tarde.

Cuando escriba tu historia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora