Capítulo III

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Al llegar a la cafetería me despedí de él entrando por fin al calor del lugar y saludando a Mariska, la dueña del lugar y quien, en cuanto me vió comenzó a preparar mi taza de café usual. Me acerco hacia la barra sentandome en una de las sillas y sacando mi laptop junto con mi libreta para continuar con el capítulo en el que me encontraba atorada desde hace varios días y en el que tuve que hacer una ligera investigación en los libros de mi padre para poder continuar.
Era una novela de misterio, una especie de maldición de sangre que traspasaba generación tras generación pero sólo en las mujeres de la familia. Cuando llegó mi latte frío agradecí con una sonrisa antes de darle un sorbo cuando la campana de la puerta sonó y pude notar a un chico alto de cabello castaño y que aparentemente también era conocido en ese lugar, en cuanto nuestras miradas se encontraron sonrío ligeramente acercándose para sentarse a mi lado haciendo que arrugara la nariz al reconocer el aroma a cigarro que emanaba e incluso me pasé el dorso de la mano en un intento de disipar aquel aroma.
Comencé a escribir tecleando rápido y de algún modo sintiendo la mirada de aquel chico puesta en mí casi podía sentir su curiosidad sobre lo que estaba escribiendo pero me distraje cuando un mesero vino para llevarse mi vaso dejando en cambio con café.

—Yo no ordené esto —comento señalando el café.

—Cortesía de la casa.

Se aleja dejándome confundida pero sólo me acomodo los lentes antes de levantar la taza y notando el número que estaba escrito en una servilleta y no pude evitar reír a la vez que sacaba una pluma escribiendo una respuesta en alemán viendo como aquel chico se movía nervioso esperando poder saber lo que había escrito y en cuanto logré terminar de escribir lo poco que había avanzado vi el reloj para comenzar a guardar mis cosas poniéndome los audífonos y levantándome para salir de ahí.
Comencé a caminar por el parque cerca del canal viendo los pocos botes que estaban amarrados y deteniéndome para tomarme por fin la medicina escuchando la música que June me había recomendado antes de irse esperando que aquello mejorara mi gusto musical pero no pude caminar por más tiempo antes de darme vuelta.

—¿Hasta cuando vas a dejar de seguirme?

Me di media vuelta quitándome un audífono, pude notar en su rostro la sorpresa de verse descubierto tan rápido además de que un cigarro colgaba de sus labios y aquello hizo que arrugara la nariz de nuevo dejando mostrar mi desagrado.

—¿Cómo supiste?

—El viento —respondí sintiendo una ligera vergüenza de mi poco manejo en el holándes.

Decidí seguir con mi camino hacia el hospital esperando que dejara de seguirme ya que no podría seguir soportando el aroma, esperaba encontrar a mi papá pero sabía que estaba a media cirugía así que en vez de tomar un taxi que me llevara en 10 minutos preferí hacer la caminata de una hora para disfrutar del paisaje.
Cuando abrí las puertas del hospital saludé a unas enfermeras que conocía antes de dirigirme hacia su oficina aunque no pasó tanto tiempo para que uno de sus residentes viniera a decirme que podía ver la cirugía si quería así que tomé mis cosas para ir al piso superior del quirófano y el cual estaba hecho para que se pudiera ver perfectamente desde mi punto de vista. En cuanto entré mi papá alzó la mirada con una mano enguantada y cubierta de sangre antes de seguir operando a aquel hombre.
Me recargo en el barandal viendo todo el procedimiento, mi papá siempre deseó que yo siguiera sus pasos desde que tenía memoria y últimamente sigue intentando obtener permitiendo que viera las cirugías que hacía pero, aunque quisiera serlo había un poco de riesgo cerca de todo ese material y sabiendo mi estado es más probable que sea yo quien necesite la ayuda que al paciente. En cuanto terminó la cirugía salí de aquel lugar esperándolo en la entrada al quirófano y saludando a su colegas de trabajo teniendo que esperar a que él terminara sus cosas para poder regresar juntos.

—¿Aún no te gusta? —pregunta al verme baja la ventana casi de manera inconsciente cuando él tardó en hacerlo.

—Es más tolerable pero aún no —murmuré disfrutando del aire—. Vi un chico en la cafetería.

—¿Y que tenía este chico específicamente para que lo recordaras?

—Olía demasiado a cigarro.

Mi papá comenzó a reírse por mi respuesta ya que al parecer era bastante gracioso que lo recordara por eso así que procedí a contarle la situación al igual que también el número que había escrito el mesero en mi servilleta. Pero por algún motivo tenía mejor el recuerdo de aquel chico que estaba sentado junto a mí, no se si era su presencia o la forma en que sus ojos querían intentar atrapar las palabras que estaba escribiendo pero aquello decidí guardarlo sólo para mí.
Nuevamente, mi estadía en mi segunda casa se sintió demasiado corta y antes de poderme dar cuenta estaba metiendo la llave en la puerta de nuestro dormitorio, al entrar pude notar la ausencia de las chicas incluso antes de encender las luces. Dejo mi maleta en mi escritorio para sacar los regalos dejándolos sobre sus camas esperando que no tardaran demasiado en regresar.

Cuando escriba tu historia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora