Pasaron los segundos muy lentos, tanto que por un momento pensé que el mundo entero se había detenido y lo único que se movía éramos nosotros. Su mirada era firme y sería algo que decía que no estaba bromeando para nada y por un instante mi corazón latió con fuerza, extrañamente desesperado aunque aquel extraño momento se vio roto cuando su teléfono sonó al recibir un mensaje y haciendo que gruñera separándose finalmente sintiendo como su calor se alejaba y quedaba un aire frío entre los dos. Me encontré por un momento en la necesidad de decirle que no se alejara pero no pude decir nada.
—Tengo que subir de nuevo —murmura con enojo—. No te vayas, ¿de acuerdo?
—¿Por qué no? —se me ocurrió preguntar.
—Sólo no lo hagas —ordenó recargando ahora sus dos brazos a mis costados, manteniéndome atrapada nuevamente entre el librero y él—. Recuerda que tenemos que llegar juntos a casa.
—Eclis, tienes que irte —puse mi mano en su pecho en un intento desesperado de hacer distancia entre nosotros pero lo único que hizo fue tomarla para besarme justo en la palma haciendo que una descarga eléctrica me recorriera—. ¿Eclis? —murmuré nerviosa.
—Espérame en el parque, no tardo más de diez minutos, ¿entendido? —su mirada era firme pero a la vez parecía un poco desesperado por tener una respuesta.
Abrumada asentí y finalmente se alejó caminando con rapidez permitiendo que pudiera tomar una gran bocanada de aire para calmarme e intentar pensar en los segundos que habían pasado y la información que había recibido. Pero el estado de sorpresa se interrumpió cuando mi teléfono comenzó a sonar haciendo que por fin pudiera reaccionar.
—¡Justo a tiempo! —exclamo Jun del otro lado de la línea—. Necesito ir por unas muestras de tela y como sé que ya casi es tu hora de salida, ¿quieres acompañarme? Te invito algo de comer en el regreso.
Me muerdo el labio pensando qué hacer ante la situación pero al final tomé una decisión: Jun, no voy a poder ir —hablé antes de carraspear—. Todavía no he terminado.
—¿Segura que no puedes dejarlo para tu compañero? —preguntó pero antes de que pudiera contestar me interrumpió—: Olvídalo, sé cómo eres cuando no terminas.
—Lo siento —murmuré realmente sintiéndome mal por haberle mentido pero en cuanto colgué el teléfono mi única misión fue subir a las oficinas dejando todo ordenado para después tomar mis cosas junto con mi abrigo para tomar el elevador.
El parque que Eclis había mencionado se encontraba a un par de cuadras de la editorial pero tampoco me había dicho dónde exactamente debía esperarlo por lo que me decidí por sentarse cerca de una de las fuentes que se encontraban ahí e intentando calentar mis manos por varios minutos cuando unas manos, más grandes que las mías las envolvieron con un agradable calor que no tardó en regresarme la circulación.
—¿Mejor? —escuché como preguntaba haciendo que volviera a ver sus ojos azabache, sólo alcancé a asentir—. Lamento si me tarde.
—No lo hiciste —respondí ladeando la cabeza—. ¿Todo bien?
—Eso no importa ahora —murmuró sin cambiar de posición.
—¿Qué es lo que importa entonces?
La miré por varios segundos, sosteniendo aquellas manos tan pequeñas y delgadas que por alguna razón no quería soltar, sinceramente no me gustaba el contacto físico con otras personas pero había algo en ella que no me permitía apartarme de ella. Sus ojos miel parecían confundidos, sin entender exactamente qué era lo que estaba haciendo e incluso yo tampoco lo entendía así que tragué saliva preparándome para lo que iba a decir pero a ambos hablamos al mismo tiempo:
—¿No es incómoda esa posición?
—Quiero intentar algo contigo.
Listo. Se había dicho y su rostro, que era incapaz de esconder sus emociones se mostró sorprendido por lo que había dicho y yo en cambio recargue mi cabeza en sus manos para tomar una larga bocanada de aire.
—Probablemente no soy la mejor opción para ti —dije sin alzar la mirada—. Y no estoy seguro de cómo te tomes esta situación pero simplemente no pude evitarlo.
Pasaron unos segundos donde sólo hubo silencio y al momento en que sentí como retiraba una mano, hubo un extraño nerviosismo que no podía creer que pudiera sentir y decidí no alzar la mirada en cambio sentí como su mano acariciaba mi cabello, con un toque tranquilo.
—No estoy segura de poder estar en una relación en estos momentos, Eclis —habló con una voz neutra, como si quisiera esconder su reacción verdadera así que lo único que hice fue levantarme.
—Entiendo —respondí dando media vuelta—. Te llevo a casa.
Haerin se levantó y caminó detrás de mí en silencio, y no mostró ninguna emoción cuando le abrí la puerta del copiloto además de que todo el camino fue un silencio firme, sin ninguna intención de que se rompería con cualquier cosa así que decidí que lo mejor era estacionarme afuera de nuestro edificio.
—Entra —hablé con calma—. Duerme temprano, ¿de acuerdo?
—¿No vas a entrar? —preguntó mirándome por primera vez desde que se subió a la camioneta.
—Tengo que ir a ver a un amigo —mentí mirando al frente pero en cuanto la puerta se cerró volteé para asegurarme de que había entrado al edificio antes de pisar el acelerador.
—¿Me quieres decir para que me llamaste? —pregunta Klaus sentándose junto a mi y alzando la mano para que alguien le trajera una botella de cerveza.
—Necesitaba tomar algo —respondí antes de tomar un sorbo de mi cerveza.
—No creo que para ello necesites compañía —señala recibiendo finalmente la botella—. ¿Qué ocurre?
—Conocí a alguien —lo volteo a ver notando su sorpresa—. Y tú también la conoces.
—¿Quién es? —había un claro interés por saberlo y sus ojos parecían brillar por ello—. Espera, si dices que la conozco. No digas que es...
—No, no es Kaitlyn —respondí rápido leyendo sus pensamientos—. Es la chica que está en mi departamento en estos momentos y también es mi alumna.
—¿Qué dijiste? —preguntó de nuevo abriendo los ojos por la sorpresa tomándome por el hombro—. Estas de joda, ¿cierto? —insistió pero al verme fue como si hubiera contestado su pregunta—. El príncipe de hielo ha sido descongelado por una alumna.
—No es como tal mi alumna, es una oyente —me atrevía a aclarar la situación para evitar que sus pensamientos corrieran salvajes—. Pero ella no parece que quiera algo.
—Eso no es posible. Eres un tipo aparentemente aceptable dentro de la comunidad femenina, tienes una buena posición tanto económica y laboral, cualquier mujer querría estar contigo —inclina la cabeza curioso—. ¿Por qué no querría algo con alguien como tú?
—No sé, tú puedes contestarme eso. Tienes una reputación que cualquier persona conoce.
—No estamos aquí para hablar de mí, sino de que hay un viento de primavera soplando aquí —me señala en el pecho a la altura del corazón—. Y como parece que tienes problemas porque hasta ahora eras incapaz de sentir emociones humanas te diré que es lo que debes hacer.
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Cuando escriba tu historia.
RomanceUna cafetería en Amsterdam fue donde lo vi por primera vez y aquella aura fría atrajo mi mirada imposible de quitarme la imagen de aquel sujeto, semanas después lo volvería a ver como maestro de escritura creativa en nuestra universidad con la oport...