¿Por qué estoy aquí? Me pregunté por tercera vez viendo el gimnasio, el cual comenzaba a llenarse y donde no pude evitar notar que habían demasiadas chicas aquí que parecían de algún modo emocionados por lo que iba a pasar. Alcé la mirada cuando escuche unos susurros emocionados y finalmente pude ver a Jeon acercarse con una sonrisa antes de lanzarme algo desde la distancia y que logré atraparlo con la mano izquierda notando que era su cartera.
—Cuida bien de ella, te invito a comer cuando gane —habló en voz alta haciendo que las miradas se pegaran a mí.
Jeon me había invitado a uno de sus partidos de basketball sin embargo yo no entendía demasiado lo que estaba pasando ahí ya que no era de conocer sobre deportes por mucho que mis dos padres lo intentaron, simplemente no era algo que me interesara pero ya que me había invitado al menos intentaría ponerle atención para intentar entenderle un poco. Tras un rato confirme que realmente las chicas sólo habían ido para disfrutar el espectáculo visual que ofrecía el equipo y no el partido en sí así que para cuando terminó me sentí realmente aliviada de poder alejarme de ellas quienes ya corrían con botellas en mano para ofrecerlas a los jugadores.
—Haerin —escuché que llamaron haciendo que me detuviera para voltear a verlo.
—¿No vas a saludar a tus fans? —señalé detrás de él—. Parecen demasiado emocionadas por hablar contigo.
—Te prometí que iríamos a comer. Sólo me cambio y regreso, ¿de acuerdo?
Aún seguía pensando en la propuesta que Jun me había hecho y había visto el vídeo varias veces, en sí la coreografía era demasiado fácil y considerando las habilidades de su hermano sería sencillo aprenderla pero el problema es que ella quería que también la cantara lo que implicaría aprender más de coreano para poder decirlo bien. Mientras esperaba sentada en unas de las bancas me puse a leer uno de los textos que Meyer nos había dejado en la clase, por desgracia mi mala suerte hizo que me cortara con una de las hojas y pude ver una gota de sangre brillar bajo la luz del sol así que lo único que hice fue aferrarme a un pañuelo en cuanto lo noté acercarse y fingiendo que todo estaba bien mientras caminábamos hacia una cafetería.
—¿Has pensado en la propuesta de Jun?
—Ya dije, si decides aceptar entonces yo lo haré —murmuré con una media sonrisa—. Pero tendrás que ser paciente conmigo porque aún no entiendo del todo las palabras.
Él sólo sonrío aceptando mi condición, para cuando finalmente escogimos nuestra comida los dos regresamos a una de las mesas pero no pude empezar a comer cuando él extendió su mano para tomar la mía mostrando la cortada.
—¿Cuánto tiempo lleva así? —preguntó haciendo que me confundiera pero decidí mentir.
—No tanto.
—¿Crees que me puedes engañar? —me mira fijo unos instantes antes de soltarme para sacar de su mochila un apósito—. Jun es buena para guardar secretos pero no tanto cuando me pide cosas, eso no lo hace nunca.
—¿A qué te refieres?
—¿En serio creías que no podría recordar el brazalete que hice? —señala mi muñeca izquierda—. Además el programa en el lo hice yo.
—¿Podrías guardar el secreto? —respondí con una ligera preocupación alejando mi mano cuando finalmente terminó de poner el apósito.
—Sabes que sí, puedes confíar en los hermanos Kim —sonríe carismático—. Por cierto, cométe todo porque tienes que ir con Jun en cuanto termines.
Sentía sus miradas fijas en mí a la vez que yo veía mi reloj pensando en los minutos que había perdido esperándola pero cuando finalmente me había decidido a irme la vi entrar con unas carpetas en mano y unas muestras de tela en su brazo.
—Lamento la demora —se disculpa al llegar a su escritorio—. Terminé peleándome con una señora que quería comprar la última muestra.
—Espero que no la hayas golpeado —respondí ayudándola con las cosas—. ¿No lo hiciste cierto?
—¡Claro que no! —se defendió rápido—. Sólo ofrecí un poco más de dinero del que debía.
—Vaya, ahora sabes manejar las cosas con dinero.
La familia Kim era bastante adinerada tanto que le habían abierto un fideicomiso para ambos hermanos y aún así les enviaban una mensualidad pero eso no impedía que Jun ganara dinero vendiendo ropa a la medida.
—Levanta los brazos y quédate quieta, voy a tomar tus medidas.
—Pero creí que ya las tenías —me quejo pero aún así levanté los brazos sintiendo a Jun con su cinta métrica.
—Las tengo pero para la ropa que te haré necesito nuevas medidas —me responde envolviendo la cinta por mi cintura—. Además, es necesario hacer un registro contigo.
—Está bien, tercera madre —respondí burlona—. Por cierto, Jeon y yo aceptamos la propuesta.
Ella pareció emocionada con mi respuesta antes de amenazarme con comenzar las clases de coreano a pesar de lo mucho que me gustaba aprender cosas nuevas pero con el coreano a veces terminaba pronunciando cosas demasiado diferentes a lo que quería decir. Por fortuna hoy tenía mi día libre en el trabajo así que en cuanto ella terminó pude irme a casa donde Zathir me recibió en cuanto cerré la puerta y esperó pacientemente a que me quitara los tenis para cambiarlos por unas pantuflas y así poder entrar.
—¿Tienes hambre? —le preguntó mientras caminaba hacia la cocina—. Creo que todavía tenemos una lata de comida húmeda.
Se la sirvo cuidando de no cortarme por segunda vez en el día y anotando en la lista que tenía para ir a comprar el fin de semana además de que decidí volver a prácticar la canción aprovechando que tenía mucho más espacio aquí que en el dormitorio del campus.
—Sólo no me veas raro, ¿quieres? —pedí viendo al gato mientras ponía la música.
Tenía que aprenderme tanto mi parte como la parte de los bailarines ya que todavía había una ligera confusión al momento de hacer las formaciones así también tenía que tomar nota de ello haciendo que la tardé se fuera demasiado rápido, para cuando noté que había anochecido escuché el sonido de alguien metiendo la contraseña, lo que me hizo creer que mi compañero venía. Tal vez fue mi nerviosismo pero para evitar verlo tomé mi laptop y me metí corriendo a mi habitación antes de que la puerta principal se abriera, escuché sus pasos ir probablemente desde la cocina a su cuarto donde también escuché el sonido del cerrojo abrirse así que en cuanto cerró su puerta deje salir el aire que estaba conteniendo antes de dejar mis cosas en el escritorio pero notando que había dejado mi teléfono en la mesa.
¿En serio Haru? ¿No podías haberlo tomado en tu escape? Me reclamo mentalmente pegando el oído a la puerta, podía ir corriendo por mi teléfono y regresar sin tantas complicaciones pero se supone que el contrato estipulaba que no podía relacionarme con mi compañero de cuarto, aunque no entendía el porqué de ello, la oportunidad era muy buena para dejarla pasar y debía cumplirla así que cuando escuché el sonido de la regadera tardé unos minutos para asegurarme de que estaba bien para salir así que salí tratando de hacer el menor ruido tomando el teléfono de la mesa de la cocina pero cuando estaba a punto de regresar la puerta se abrió y me encontré con una mirada negra que me congeló en mí lugar.
ESTÁS LEYENDO
Cuando escriba tu historia.
RomanceUna cafetería en Amsterdam fue donde lo vi por primera vez y aquella aura fría atrajo mi mirada imposible de quitarme la imagen de aquel sujeto, semanas después lo volvería a ver como maestro de escritura creativa en nuestra universidad con la oport...