CAPÍTULO 30

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El agua de la piscina se ve tentadora, hace mucho no hago natación y me vendría bien un poco de agua que quite el estrés.

Con sus fuertes brazos rodea mi cintura para apegarme a su musculoso cuerpo para posteriormente unir sus labios a los míos en un beso apasionado y demandante que correspondo gustosa. Mis brazos rodean su cuello para atraerlo más a mi boca necesitando de esa pasión y de ese calor que me transmite.

Las sensaciones que este hombre despierta en mí son tan abrumadoras que no puedo pensar con claridad, que no me permite pensar en nadie que no sea él a mi lado. El hecho de desearlo tanto a sobrepasado todos mis limites, ahora estoy segura que no solo le deseo de forma carnal. Aaron ha logrado entrar en mi vida, en mi alma y eso me asusta, pero no quiero alejarme de él. No podría sobrevivir sin estar cerca de mi Dios griego.

Las prendas que cubrían mi cuerpo fueron desapareciendo en paralelo con las de él, hasta quedar completamente desnudos bajo la luminosidad de la luna. Sus manos recorrían mi espalda con una suavidad que hacía estremecer cada fibra de mi ser.

—Estoy perdidamente enloquecido por ti —musita contra mis labios.

No respondo, pero sus palabras hacen que mi corazón se acelere y no puedo hacer más que besarlo.

No entiendo como he llegado a sentir tanto por él, no me di cuenta de cuándo fue que se volvió tan necesario en mi vida. Solo estoy convencida de una sola cosa, me he enamorado de Aaron, de su forma de ser, de tratarme, de hacerme sentir tan viva y plena. Es un sentimiento nuevo, pero al que no voy a renunciar sin importar lo que pase y las adversidades que nos toque enfrentar. Él siente lo mismo que yo, lo sé, y es justamente por eso que estoy dispuesta a correr todos los riesgos.

Me alza entre sus brazos y me deposita sobre una cama balinesa, de la que hasta ahora no me había percatado, pero no deja de besarme en ningún momento. Sus manos recorrían cada palmo de mi piel reclamándola como suya, al tiempo que yo hago lo mismo.

No hacen falta palabras, nuestros cuerpos hablaba por nosotros y no podía haber lenguaje más claro que este; lleno de deseo, de pasión, de necesidad mutua.

Sus labios baja de los míos, empezando a trazar un camino de besos por mi cuello, pasando por mi esternón hasta llegar a mi pecho, donde apresa uno de mis pezones aspirándolo con su boca y causando que un gutural gemido salga de lo más hondo de mi ser, a lo que él responde con un gruñido para instantes después sentir la presión en mi zona más íntima mientras se adentraba en mi interior de una sola estocada haciéndome jadear de puro placer.

Estaba acabada, completamente adicta y enamorada de este hombre que me poseía en cuerpo y alma.

—Eres tan perfecta —jadea— y eres mía.

—Soy tuya, Aaron, solo tuya.

Las palabras abandonan mi boca sin que pueda pensarlas antes, pero no me arrepiento de haberlo dicho cuando me percato de que sus ojos buscan los míos en busca de algo. Ese iris verde no deja de mirarme con tanta adoración que temo que esto no sea real, pero me besa; con una ternura inaudita que consigue que sepa que esto es real, que estoy entre sus brazos, a punto de alcanzar un orgasmo que me sabe a gloria.

—Estoy perdidamente enamorado de ti —confiesa, al tiempo que busca contacto visual—. Te amo, preciosa gema.

Mi corazón, que hasta ahora creía que era un tempano de hielo, se enciende en mi pecho llenándome de un calor abrasador, quemando todas las dudas que tenia de estar con este hombre.

Enfrentando a La BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora