CAPÍTULO 9

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La semana fue más larga de lo que hubiera querido, el trabajo en la oficina es agotador y estresante, tanto que, mis ganas de salir un fin de semana se han esfumado por completo y siento la imperiosa necesidad de mantenerme en cama todo el día, con el único afán de disfrutar un poco la tranquilidad de estar sola y descansando.

Lastimosamente quedarme en cama no es una opción y debo prepararme para el evento que mi padre ha organizado para mí. Sí, no tengo ganas de asistir a mi propia fiesta, pero eso se debe precisamente a que ahora no solo tengo la responsabilidad de la compañía, también tendré que empezar a lidiar con los medios y cuidar mi imagen más que nunca. Y eso claramente no me hace saltar de emoción.

Una vez fuera de la cama, me pongo ropa deportiva para ir al gimnasio antes de que dé inicio mi agotadora jornada.

Bajo las escaleras con suma rapidez para llegar al primer nivel de la casa que es donde está ubicado el gimnasio. La casa es sumamente grande, contamos con diez habitaciones, dos salas, una para visitas y otra familiar, dos comedores uno para la familia y otro para eventos, una sala de cine, un salón para reuniones, cocina, biblioteca, una oficina, un bar, una sala de juegos, amplios jardines, área de piscina, garaje y un sótano completamente amueblado, mismo que utilizo para estar sola.

Además, contamos con una acogedora casa para los empleados permanentes de la mansión, misma que cuenta con habitaciones para cada uno, cocina, comedor, sala de entretenimiento y estacionamiento. La mansión y la casa de empleados fueron diseñadas por mi padre, así que cada detalle esta meticulosamente pensando y elaborado a la perfección.

Realizo una larga rutina de ejercicio que me hace liberar un poco de tensión y reunir energías necesarias para mi cuerpo.

Después de dos horas realizando diferentes ejercicios decido que mi cuerpo ya ha tenido suficiente y que ahora necesito un buen desayuno para iniciar el día como se debe.

Salgo del gimnasio para ir a mi habitación y darme un baño que limpie mi sudoroso cuerpo.

-¿Haley? -dice una voz a mis espaldas una vez que llevo poco más de la mitad de las escaleras recorridas -. Creo que merezco que me recibas -dice a modo de reproche.

Entonces, me volteo y lo encuentro al pie de las escaleras, mirándome con una amplia sonrisa, mientras tiene los brazos cruzados a la altura de su pecho.
Inmediatamente sonrío en su dirección, complacida de que este aquí, de que haya venido.

Bajo las escaleras con suma prontitud para ir a su encuentro.

Él no pierde tiempo y cuando bajo el último peldaño me atrae a sus brazos con mucha efusividad, sin importar que estoy bañada en sudor, sin importar que puedo dañar su perfecto traje de vestir. Y es que él siempre fue así conmigo, nunca le importo nada más que cuidarme y apapacharme.

-Te extrañe -musita en mi oído, y su voz nuevamente cerca de mí me hace sentir feliz.

-Estás aquí -digo aun sin poder creerlo -Has vuelto.

Me separo un poco de él para verle, para constatar que está aquí, que no estoy imaginándolo, que es real.

-He venido para verte triunfar -apremia-. Estoy aquí por ti, porque ha llegado el día para el que te has preparado toda tu vida -dice al tiempo que deja un beso en mi frente

-De saber que vendrías hubiese preparado todo, te hubiese recibido como mereces -digo cabizbaja

-Solo necesitaba que me recibieras tú y aquí estas, no hace falta nada más

-Gracias por estar aquí -digo a cambio-. Ahora sí tengo motivos para festejar.

Él sonríe en respuesta y me rodea con sus brazos hasta llevarme consigo al sofá que está en la sala de estar.

Enfrentando a La BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora