CAPÍTULO 26

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—Mi renuncia —respondo.

Parece no creer en mis palabras, porque toma el documento para corroborar lo que digo. Una vez que lo hace su vista regresa a mí.

—¿Es todo? —cuestiona y no comprendo a que se refiere—. ¿Así de fácil te lavas las manos y te vas?

Él no sabe que no es fácil lo que estoy haciendo, que renunciar a mi cargo me está doliendo en el alma, pero que más me dolerá seguir aquí, tratando de luchar una guerra que ya tengo perdida desde hace años. No me quedare a terminar de destruirme, no puedo hacerlo.

—Es todo —afirmo.

Giro sobre mis talones para marcharme, no quiero discutir con él.

—¡Eres una cobarde! —exclama cuando he dado un par de pasos en dirección a la salida—. Pensé que había educado a una mujer guerrera y no una niña que correrá asustada a los brazos de su madre al primer desafío.

Me quedo estática en el lugar, las palabras de mi padre calan en mi interior y no sé qué pretende con ellas, pero volteo para encararlo.

—Estoy asumiendo las consecuencias de mis actos —le aclaro—. Pero si lo que quieres es escuchar que me equivoqué, pues sí, me equivoqué, fui muy estúpida cuando decidí no escuchar a nadie y confiar en mis instintos.

Una sensación de ahogo me oprime en pecho y duele, pero no puedo hacer nada para cambiar lo ocurrido más que alejarme y dejar que quien sí puede hacerse cargo del caos lo haga.

—Sí, fue una estupidez —concuerda—, pero...

—Mi hija ya tomó una decisión y debes respetarla —lo interrumpe madre que permanece cerca de la puerta—. Hazte cargo de la compañía y deja a Haley en paz.

Mi padre la mira amenazante y sé que algo pasa, algo de lo que no estoy enterada.

—No acepto tu renuncia —dice, y veo como rompe en dos el papel entre sus manos—. Tú lo arruinaste todo y te quedaras hasta que se resuelva.

¡Qué diablos! No entiendo a qué se refiere con eso, es decir, no me puedo creer que quiera que siga al frente de la compañía después de lo que ha pasado, es imposible. Este no es mi padre y de serlo debo de estar soñando o escuchando mal. Cormac Cranston no perdona errores y menos cuando se tratan de negocios

—¿Cómo? —la incredulidad en mi voz es notable.

—Seguirás en la compañía bajo mis órdenes, Matt te apoyará para que sigas todas mis indicaciones, Santiago será tu respaldo como nuevo vicepresidente y Harris hará el asesoramiento legal que se requiere —explica—. No podemos darnos el lujo de que los medios nos acaben si llega a filtrarse que Paul está dentro y que la presidente renunció.

Entonces, lo entiendo todo. No quiere que me quede, no cree ni un poco en mi capacidad para lograr sacarnos de este problema, como pude ser tan tonta de siquiera pensarlo. Padre solo necesita una pantalla para no perder prestigio, necesita que todo parezca estar bien cuando es todo lo contrario.

—Está bien, padre —acepto.

Qué más puedo hacer, ¿negarme? No, esa es una opción de la que no puedo disponer.

—No, Haley, no lo hagas —suplica mi madre—. No es necesario que vuelvas, tú quieres renunciar, estás en todo tu derecho y lo sabes.

Puedo notar la preocupación en su rostro y en su voz temblorosa, ella esta tan asustada y yo no puedo hacer nada para ayudarla.

—Lo siento, mamá —es lo único que puedo decirle y ella solloza.

No espero nada más y me marcho del despacho. No soporto ver como mi madre llora por mi causa y como mi padre luce tan decepcionado y cansado. Mi familia está terminándose de desmoronar, lo sé, lo siento muy dentro de mí.

Enfrentando a La BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora