CAPÍTULO 11

858 84 47
                                    

La semana laboral había llegado más cargada de trabajo que nunca, tenía cientos de pendientes que atender. La prensa estaba enloquecida tratando de obtener más información sobre el nombramiento y yo estaba a punto de colapsar con todo lo que tenía que hacer en la compañía.

No cabe duda que el trabajo aumenta considerablemente con cada día que trascurre, mi padre tenía mucha razón al decir que no tenía tiempo de tomar vacaciones, son placeres que no se pueden dar cuando las responsabilidades no las puede tomar alguien más, pero justo en este momento, padre está tomándose una semana de descanso en Canadá, misma que tiene bien merecida después de los años de trabajo sin descanso que ha tenido. Madre se ha ido con él, así que estoy prácticamente sola.

Matt se incorporó a la empresa esta mañana, durante este en el país se encargará del departamento financiero. Ya tenemos a alguien en el puesto, pero confío plenamente en él, así que eso me tiene tranquila y puedo ocuparme de otras funciones mientras tanto.

Llaman a la puerta de mi oficina, por ella ingresa Oliver cargando varias carpetas.

—Señorita, le traigo todos los contratos que me pidió —explica, al tiempo que los coloca sobre el escritorio —. Él señor Moran ya está aquí y la espera en la sala de juntas.

—Pídele que venga a mi oficina, le presentare el proyecto aquí —respondo—. Pregúntale a Matt si almorzamos juntos, que necesito hablar con él.

—Está bien, señorita. Por cierto, el director de la compañía en España llega esta tarde y pide que lo reciba.

Arturo Betancourt es el director de la sede que tenemos en España, hace dos días envió un correo avisando que viajaría hasta aquí para hablar de un asunto muy importante referente a la empresa, cosa que me sorprende, pues es una de las sedes con más estabilidad, así que no creo que se trate de algún asunto muy delicado.

—¿A qué hora llega su vuelo? —inquiero

—A las diecisiete horas ya estará en el aeropuerto

—Bien, que sea trasladado hasta aquí y necesito que te quedes una hora extra, Oliver.

Él asiente y termina marchándose de mi oficina.

Mi celular me notifica que tengo algunos mensajes así que lo tomo para revisar, al abrirlo en nombre de Aaron aparece de inmediato.

Deseo verte, ¿Cuándo tendrás tiempo? —cita su texto, a lo cual sonrío complacida.

No cabe duda que el deseo es mutuo, pero lo hare que se acomode a mis reglas, al tiempo que yo esté dispuesta a brindarle y no al que él quiera o necesite.

Así pues, tecleo mi respuesta:
•Estoy ocupada, te buscare cuando pueda —pulso enviar y el texto es leído sin pérdida de tiempo.

No me hagas esperar mucho tiempo, mi gema —responde

Pero ya no le respondo, no quiero caer en el juego de conversaciones constantes, que espere lo que tenga que esperar o se marche si quiere.

Llaman a la puerta y respondo con un seco —pase— y quien entra es Santiago Moran.

—Señorita Cranston, que gusto volver a verla —saluda el tipo con una sonrisa de idiota que me ofende.

—Bienvenido, señor Moran —digo en tono serio y profesional.

Me pongo de pie y le hago señal para que pase a el área donde hare la presentación de su proyecto. Así que él sin dudar lo hace y toma asiento frente a la gran pantalla que se enciende.

—Los planos de su proyecto están terminados —le notifico—. Es cuestión de que los acepte o se les hagan los cambios que desee para poner en marcha el trabajo de construcción.

Enfrentando a La BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora