CAPÍTULO 12

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El conduce a una velocidad moderada, supongo que para no dejarme tan atrás, pues yo no conduzco rebasando los límites permitidos. Nos toma poco tiempo llegar hasta el aparcamiento del edificio donde vive, él baja primero y tan pronto lo hace se acerca a mi coche para ayudarme a bajar. Avanzamos hasta el ascensor y es inevitable no recordar lo ocurrido la última vez que ingresamos a la caja de metal juntos. Es imposible que olvide la manera en que me robo el aliento con sus besos.

Subimos a su apartamento en absoluto silencio, al parecer él no sabía cómo romper el hielo entre ambos y yo no estaba del mejor humor como para desear entablar una conversación. Una vez que estamos dentro del lujoso lugar, me permito avanzar hasta llegar a la sala de estar y dejar mi cartera sobre el sofá, al tiempo que recorría el lugar con la mirada para asegurarme que estaba solo.

—¿Quieres algo de tomar? —pregunta una vez tomo asiento.

—Whisky si tienes —respondo

—Por supuesto, dame un momento y lo traigo —lo veo caminar en dirección a la cocina en busca de mi trago.

Le toma un par de minutos regresar con dos vasos y una botella de whisky. Sirve en ambos recipientes y me extiende uno. De inmediato lo tomo y lo llevo a mi boca, tomo un sorbo que hace que mi garganta seca se recienta un poco, pero no me inmuta, así pues, bebo todo el contenido de un solo trago.

De soslayo veo como él me observa un poco intrigado por la forma en que me he tomado el whisky.

—Lo llenas, por favor —le digo extendiéndole mi vaso

Él asiente, vuelve a servir y me lo entrega nuevamente.

Mi cerebro carga cientos de problemas ahora mismo, así que espero que un par de tragos logren aligerar ese estrés.

—Tenía muchas ganas de verte. Por un momento pensé que no accederías a venir hoy —musita tras un momento

—Me encontraste en un buen momento, necesito mitigar un poco el estrés laboral —digo, tratando de sonar despreocupada.

No dice más nada, yo tampoco lo hago; pero me permito verlo y apreciar esa belleza masculina que, muy a mi pesar, me atrae, me fascina, me gusta de manera extraña y peligrosa.

Aaron toma el vaso vacío de entre mis manos y lo deja sobre la mesa al igual que el de él. Sus ojos buscan los míos y verme reflejada en ese iris verde me hace olvidar todo lo demás, mis problemas y preocupaciones desaparecen por completo. Su mano derecha viaja hasta mi rostro y aparta un mechón de cabello colocándolo detrás de mi oreja y con mucha lentitud dibuja mi mandíbula con la yema de sus dedos tan suaves que erizan cada vello de mi piel.

Su cercanía nubla cualquier pensamiento que pueda tener, su aroma llega a mis fosas nasales y con certeza puedo decirle que se ha vuelto mi droga favorita. Sus labios entreabiertos se ven más que tentadores, así que me acerco un poco más hasta que nuestros labios se rozan, entonces, él no pierde tiempo alguno y me besa, pero su beso es tierno, cálido y posesivo.

Sus manos enmarcan mi rostro para profundizar el beso y yo envuelvo las mías alrededor de su cuello, atrayéndolo más a mí, permitiéndome sentirlo mío, sentirlo cerquita de mi cuerpo, dejando que su calor me arrope y me haga sucumbir a la pasión.

Sus manos trazan caricias por todo mi cuerpo, sus labios devoran los míos con frenesí; tomando todo de ellos, saqueándolos como el mismo dueño y robándome el aliento. Él es un maestro, uno de esos perfectos que saben cómo tocar, como hacer que de mi boca salgan melodías de placer ante sus habilidades. Lleva mi cuerpo al límite de sensaciones, al borde de la locura, de la más infinita y embriagadora complacencia.

Enfrentando a La BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora