CAPÍTULO 32

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Mis pies bajan de la cama con tanta prontitud que un mareo hace que me tambalee, pero mantengo el equilibrio.

—Tu madre me ha llamado al no localizarte a tu móvil y me pidió que fueras al hospital ahora mismo —informa.

No espero a que me diga más, salgo de la habitación y bajo las escaleras con suma rapidez mientras escucho como Aly me llama y me pide que la espere. Desde la puerta principal le pide al chofer que traiga el coche y el hombre no tarda en correr a buscarlo.

Llega a mi lado y sujeta mi mano en una clara señal de apoyo, pero no se da cuenta que eso solo me hace sentir más miserable, como si fuese posible, todo lo que está pasando es mi culpa, que padre este en el hospital es mi culpa.

—Si algo le pasa…

—No le pasara nada —calla mis palabras—. Es un hombre fuerte y saldrá de lo que sea que le ha pasado.

Asiento, pero eso no hace que me sienta mejor, al contrario, sé que si algo le pasa yo no me lo perdonare jamás. Me siento aterrorizada con solo pensarlo.

Padre siempre ha sido un hombre fuerte, pero que ahora pase por esto es suficiente para saber que mis actos están trayendo unas consecuencias enormes y que no estoy lista para ser responsable de ellas.

Afortunadamente el camino a la clínica privada donde han llevado a mi padre se hace muy corto. Aly camina a mi lado mientras buscamos la sala de espera donde madre ha dicho que se encuentra. Pero durante todo el camino el corazón no ha dejado de palpitar con tanta fuerza que duele, sin embargo, no le digo a mi amiga para no preocuparla más de lo que veo que esta.

Llegamos al lugar y mi madre se percata de mi llegada y corre a abrazarme.

«Esto no pinta bien» cita mi mente en el momento que mi madre llora desconsolada.

Trato de respirar profundo para hacer la pregunta que traigo atravesada en la garganta, pero por más que lo intento no lo consigo.

—Cormac, hija… —solloza—. Él… tengo tanto miedo.

Sus lágrimas no paran, sus manos tiemblan y puedo sentir su corazón latiendo desbocado.

—¿Cómo… está? —pregunto en un tono tan bajo que no sé si me ha escuchado.

—No lo sé —responde después de unos segundos—. Lo han llevado a cirugía de emergencia y no nos dicen nada.

No necesito más, esas simples palabras me dejan en claro que la situación es delicada, que padre está al borde de la muerte y que si hay un culpable soy yo. Mis piernas se sienten como gelatina y tengo que alejarme un poco de mi madre porque temo que caeremos las dos, pero cuando mi equilibrio me abandona unos brazos me sostienen con firmeza desde atrás. 

De reojo veo que es Santiago quien ha llegado y me a sujetado para no caer.

—¿Estás bien? —interroga, a lo cual niego con la cabeza—. Anda, vamos a que te sientes.

No protesto, dejo que me sirva de apoyo para caminar hasta donde están los sillones, una vez que me siento él toma mis manos entre las suyas y se queda en cuclillas frente a mí, su tacto de cierto modo me incomoda, pero lo dejo estar.

—hija, ¿quieres que pida que te revisen? —pegunta madre alarmada.

—Estaré bien —murmuro.

No sé si estoy bien, pero merezco sentirme mal, después de todo mi padre está siendo operado por mi culpa. merezco pasarlo tan mal o peor que él. 

—Iré a buscarte agua —dice Santiago y se levanta. No demora en marcharse en busca del vital líquido.

Mi madre y Alyson se acercan.

Enfrentando a La BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora