Capitulo 10

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MIRADAS

MIRADAS

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Stark

Washington, Estados Unidos.
Junio 25

Llegamos hace unas horas de Suiza y siento que el cuerpo me pesa, tal vez esté cansado pero no lo creo debido a que llevo dos horas intentando dormir pero no lo logro, es como si tuviera un agujero en el estómago que no me deja en paz. Siento dentro de mi un deseo, algo punzante dentro de mi, siento como si me cosquillean las manos, estoy ansioso, no se que diablos me está sucediendo.

He follado con muchas mujeres y normalmente lo que estoy sintiendo lo ocasionó yo en ellas pero no, ahora me esta pasando a mi y siento como si tuviera una puta daga clavada en las bolas, con ese extraño sentimiento de agarrarla y...

"—¿Cómo te gusta?

— Me gustaría que fuera duro, que me destape de una forma sexy y deliciosa, para que después me de bien duro."

Las palabras, las imágenes y su rostro aparece en mi mente, una puta fantasía porque no entiendo que es lo que mi mente le encuentra ahora, Lexie siempre ha sido jodidamente preciosa y cuando se desarrolló obviamente que me quedaba mirándola de más, pero eso era raro debido a que yo tenía 17 años apunto de cumplir 18 y ella 14 apunto de cumplir 15.

Pero ahora... ahora no sé qué mierda me sucede.

Me pongo de pie caminando al baño y me meto en la ducha con agua caliente que me eriza la piel al principio pero después me la pone roja con el vapor que me recorre por todos lados.

Me paso las manos por el cuerpo y la cabeza sacando el shampoo de mi cabello. Salgo de la ducha con una toalla en la cintura, me acerco hacia el espejo empañado y paso la mano dejando que mi reflejo aparezca en el espejo. Mi reflejo me recibe y me paso la mano por la barbilla viendo la barba casi completa que se me forma en la barbilla haciendo contraste con mi piel blanca. Abro la gaveta sacando las cosas para afeitarme.

Pero otra mirada cae detrás de mí. Reconozco la mirada azulada al instante y por ello la mantengo clavada en el espejo mirando el reflejo de la chica.

— ¿Estás esperando que me desnude? Enferma. —digo con burla y ella empuja la puerta entrando.

—¡Ay por favor! —dice acercándose— Todo lo que tienes ya lo he visto y no es nada impresionante para mi.

Dice y me hace reír.

Tiene una tableta en la mano y despliega una pantalla en el aire antes de sentarse en el mármol. Juntas las piernas ligeramente, la falda se le sube hasta mucho más arriba de las rodillas y odio esas pequeñas faldas desde que éramos niños, admito que pienso que las mujeres pueden vestirse como quieran y no deben ser miradas como lo que no son.

LUJURIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora