Cuarto libro.
Segunda generación, de mi saga anterior. +18
Pecadores de tiempo completo... el pecado vive en el alma de los trillizos Hoffmann, son tres seres diferentes pero atados por una misma cadena, una pesada que no pueden ni quieren cortar...
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NARRADOR OMNISCIENTE:
Cuando Isaac llego al penthouse de Sunshine*
—¡Esa maldita perra! —grita el Don de la Cosa Nostra observando las fotografías del general y la maldita que ha estado engañándolo.
—Señor, es lo que había en las cámaras que pidió. —dice un francés.
La rabia es un sentimiento que no se controla y Adriano termina arremetiendo contra el francés que cae en el suelo duro llenando todo de sangre, el Don de la Cosa Nostra no es muy estable por ende cuando se enoja lo mejor es apartarse.
Camina por la casa en busca de irse a Washington, da ordenes precisas que cambiaran la vida se la capitana Hoffmann para siempre. Adriano se sube en el avión acompañado por su familia, con la mirada clavada en la ventana escuchando los reclamos de su hermano menor.
—Te dejaste idiotizar por esa perra en vez de matarla cuando debiste. —grita el sottocapo. Adriano se gira golpeándolo con la culata del arma y la boca de Federico se llena de sangre con el diente que le rompe.
—¡Stai zitto! —le grita.
El amanecer del 22 de octubre toma.
Sunshine apunta a la puerta por donde salió Isaac Gray, si durante la madrugada su odio por el se había fulminado ahora acababa de volver, porqué con lo que tiene Isaac en sus manos puede sacarla del mapa. Sunshine grita tirando el arma, volviéndose loca. Literalmente.
Es la primera vez que no sabe que hacer. Las cosas no tenían que ser así.
Se estruja la cara se tira de los pelos pero realmente no encontrar una solución, jodidamente jodida. El amanecer toma a la capitana volviéndose loca, mientras no sepa que va hacer Isaac con esa información va a estar en la orilla del abismo.
El ministro se baja de la cama sintiendo el nudo que se le forma en el pecho al colgar la llamada del general, Victoria despierta raramente con el movimiento, no ha dormido bien la noche y ahora cuando Samuel se gira a despertarla ella se sienta en la cama ya despierta.
Siempre se han entendido con una mirada y esta no es la excepción cuando se miran.
Stark se despierta de golpe sudando, sin pesadillas, sin sueños, solo despertó así. El aire acondicionado de la sala donde esta, esta encendido, la claridad se cuela por las ventanas y Stark se sienta en el sofá, gira la cabeza hacia la puerta que esta abierta, —la de los mellizos— se baja del sofá cama y se para en el vidrio aun con los sudores bajándole por la espalda.
Su mirada se clava en el hombre que duerme con ambos bebés en los brazos, Steel despertó en la madrugada a revisarlos, —Stark lo sintió— los cargo a ambos y se quedó dormido.
