Capitulo 26

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HORAS CRUCIALES

HORAS CRUCIALES

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Victoria

Washington, Estados Unidos, Agosto 20.
Horas antes de que los trillizos llegaran a la frontera entre Italia y Alemania.

La angustia sigue instalada en mi mientras cierro los ojos reclinándome en la mesa de juntas, tomo aire odiando la forma en la que me estoy volviendo loca, conozco los riesgos de este trabajo, los viví yo misma, demasiado de cerca.

Samuel me dio a probar de lo que se siente cuando alguien que amas se ve jodido. El karma me dio varías lecciones debido a que yo hice mucho pensando en el bien estar de todos lo que me rodeaban sin pensar en mi. 

"Masacre masiva en Toscana, Italia. Más de trescientos  muertos, se sospecha de la Cosa Nostra, un enfrentamiento de la milicia contra la mafia. Aún no se reconocen los cuerpos."

Me quedo con la garganta seca cuando recuerdo la noticia que ronda todo los medios de comunicación. Inteligencia no da respuesta y me desespero cuando los cadetes se ponen nerviosos sin dar resultados.

—¡Como mierda desaparecen los Elegidos, agentes secretos de la puta nada! —grito.

—Mi capitana los satélites del área italiana han sido desconectados. —dice otro.

—¡¿Pero como mierda!? —grita Samuel— ¡No me dan resultados maldita sea!

Siento como las horas de agonía apenas comienzan.

—¡Lárguense de aquí y si no nos van a dar respuestas no vengan! ¡Coño parece que están en el primer curso de academia! —grita Santiago.

Los soldados salen de la sala, la tensión se siente en el aire y sigo a Samuel a su oficina donde saca un cigarrillo, me pego a la puerta sopesando todo lo que podría suceder, sintiendo el maldito nudo en la garganta que me pide que me eche a llorar.

— Tengo... tengo este maldito agujero en el estómago. —abro los ojos cuando Samuel me habla clavando el cigarrillo en el cenicero.

Su oficina ha cambiado con los años, es la única que queda desde el principio, todo aquí ha cambiado y nuestros lugares ahora son ocupados por nuestros hijos.

—Yo también. —admito aferrándome a su camisa sintiendo su desespero el cual se siente más intenso que el mío— Siento que algo está mal Samuel.

—No lo digas. —espeta dándome la espalda. La idea lo aterra, cuando los trillizos eran pequeños no se podían hacer bromas del tipo de: "Si se hubiera caído de la cama y no lo llegó agarrar se rompe la cabeza y se muere." No le gusta.

LUJURIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora