Capitulo 31

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HOGAREÑOS

HOGAREÑOS

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Sunshine

Londres Reino Unido, 9 de septiembre.

Cruzo las piernas en el lugar donde me tomo una taza de chocolate caliente, el lugar tiene varias personas las cuales cargan todo tipo de cosas que solo gente de mi clase puede darse, aquí un café vale lo que valen tres almuerzos en algún lugar en Estados Unidos.

Le doy un sorbo a la taza, observando el anillo que tengo en la mano, me encanta este anillo, es mi favorito.

Me lo regalo mi papi cuando tenía dieciséis, fue la primera vez que fuimos a un evento benéfico, de máscaras. La alta sociedad tiene sus reglas por ende los hijos no podían acompañar a los padres hasta los dieciséis debido que se da alcohol y tabaco. Mis padres y mi tío estaban invitados todos los años, aunque ahora nos invitan a todos.

El plan está trazado, todo punto revisado más de dos veces, Adriano no sabrá que lo golpeo, como y cuando.

Cruzo las piernas con el mail que llega con la información que necesito estudiar, viví 18 años con la prueba de que la obsesión no es algo que se tome a la ligera, tampoco es algo que te conviene se desarrolle hacia a ti.

Mi papá tenía razón cuando dijo que las cosas que se quieren son signo de debilidad, porqué cuando adoras a alguien tanto, no puedes evitar querer que no le pase nada.

Yo tengo dos.

Me quito el anillo que observo en mi mano, grabándome las iniciales que me calientan el pecho, este anillo es más que eso, al igual que la cadena que me cuelga del pecho, es mucho más que es eso, el "S.H" en el anillo no son solo letras y tampoco el: "Te adoro S.H" en la chapa que me cuelga del pecho.

Mi papá bien lo dijo cuando me dio el anillo, la S.H no es por Samuel Hoffmann como en el anillo de bodas de mi mamá, es por Stark y Steel Hoffmann.

Mis hermanos, mis dos hermanitos.

Por eso estoy decidida, segura y lista para lo que se viene. Mi apellido no es solo eso, es el recuerdo latente de que uno muere y derrama sangre por los suyos.

Y yo ellos son míos como yo soy suya.

Abro el correo que viene desde la computadora de Ivana Langford, la mamá de Madison y Lexie. Le metí un cuento en chino para que me enviara los registros de sicología del preso 847.

Aurelio Torres, quien el cinco de julio acaba de cumplir veintitrés años en la cárcel con una cadena perpetua.

Lo veo y mi mente se torna negra, mi visión se desvanece en solo pensar en las atrocidades que este enfermo le hizo a mi mamá, a Victoria Marchetti, la historia, la cadena que carga con ella gracias a ese hijo de la gran puta.

LUJURIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora