08. El castigo

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"Tu opinión sobre los Adams pronto cambiará"

Mientras huía prácticamente de la mansión, aquellas palabras de Mark cobraron sentido. Mi visita a aquel sitio me había mostrado la verdad: la Sra Adams era una hipócrita y superficial, Mark un manipular compulsivo, y Brian, Brian era una dolorosa y preparada mentira.

—¡¡Adriana, detente!!—pedía Brian, quien corría tras de mí—¡¡Déjame explicártelo, por favor!!

Ignoré sus palabras y continué avanzando sin darme la vuelta. Deseaba intensamente hablar con él, exigirle respuestas a las preguntas que agolpaban mi cabeza, pero no era capaz de hacerlo. En un intento fallido por aumentar mi velocidad, perdí el equilibrio y caí en mitad del asfalto. Dos segundos después, Brian se encontraba junto a mí.

—¡¡No me toques!!—exclamé en el instante que acercó su mano para ayudarme—¡Solo aléjate, Brian!

—Te lo iba a contar—bajó su cabeza, avergonzado— por esa razón te llamé, necesitaba contarte la verdad antes de venir aquí.

Con pasos lentos intentó acercarse de nuevo, pero bastó solo una mirada asesina para que comprendiera que no lo quería cerca. Me quité ambos tacones para después levantarme, y con una lágrima traicionera en mi mejilla, hablé:

—¿¡No te cansas de mentir!?—inquirí con tanta furia que mi voz se entrecortó—. ¿Dirás que no tuviste oportunidad para contármelo en tres semanas?

—¡¡Perdóname, joder!!—pasó ambas manos por su cabeza, con desesperación—. ¡¡Perdón por no ser el chico perfecto que te mereces!! ¡¡Por avergonzarme de mi propia familia!!—noté como sus ojos comenzaban a cristalizarse—. ¡Sobre todo perdón por mentir, lo hice para no decepcionar a la chica que me gusta como nadie lo ha hecho jamás!

Un incómodo silencio llenó el ambiente. Siempre tuve conocimiento de que mi relación con Brian era mucho más que amigos, pero jamás imaginé que le gustara de esa manera. Brian separó sus labios para formular una palabra. Acto seguido los cerró nuevamente, quizás porque supuso que la situación ya era lo suficiente extraña, y después de darme la espalda avanzó camino a la mansión.

—¡Brian, espera!—lo llamé sin tener idea de lo que diría después, pero no se detuvo.

Seguí su andar con mi vista hasta que ingresó a la mansión. Dejé escapar una bocanada de aire, aliviada y exhausta a la vez. Con mi móvil pedí un taxi, y a punto de retomar mi camino, escuché un silbido proveniente desde el interior de la casa.

Al ascender mi mirada encontré a un Mark tras uno de los ventanales con una macabra sonrisa en sus labios. No le presté atención, pero fue en ese momento, mientras mis pies descalzos hacían contacto con la aspereza del asfalto, mientras mi "relación" con Brian estaba hecha pedazos; que decidí lo que haría.

Estaba harta de ser una pieza más en los juegos de Mark. Podía ser más, podía ser una jugadora, podía hacerme fuerte, y ganar.

******

Ich bin hungrig—repetía por segunda ocasión. Thiago separó sus labios con la intención de imitarme, pero no lo consiguió—. Es más fácil de lo que crees. Recuerda que que última "g" debe escucharse como "ch".

—Ich bin..—arrugó su entrecejo— ¿hungrich?

—Lo conseguiste—con un rápido aplauso intenté alentarlo—. Después de todo no fue tan malo estudiar un domingo.

—A pesar del sueño concuerdo contigo—dijo para luego levantarse del suelo—. Por cierto.. ¿qué significa?

—Significa tengo hambre—ambos reímos mientras me levantaba y colocaba todos los apuntes sobre mi cama—. Quedé con Brenda para desayunar y aún no aparece.

Solo una noche©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora